06

Chile

January 2022

What is “Chile?” Long before the Spanish arrived and named it so, the strip of land bounded by mountains, desert, ice, and sea already existed; so did its inhabitants. What we today call “Chile” — its people, territory, history, identity — is the complicated product of imagination, necessarily inflected by colonial and neocolonial legacy.

  • Prologue

    English translation below.

    Enero de 2022

    ¿Qué significa “Chile?” Mucho antes de que los españoles llegaran y lo nombraran así, la franja de tierra bordeada por montañas, desierto, hielo, y mar ya existía igual que su pueblo. Lo que hoy llamamos “Chile” su gente, su territorio, su historia, su identidades el producto complejo de la imaginación, forzosamente moldeado por el legado colonial y neocolonial. Aún el actual perfil internacional de Chile como una nación latinoamericana estable, democrática, económicamente próspera y “avanzada” constituye un ideal que no todos los chilenos experimentan, un perfil que oculta los efectos negativos de las contínuas intervenciones extranjeras, desde España en el siglo XIV hasta EEUU en el siglo XX.

    Teatros Imaginados: Chile trata de reposicionar el poder de la imaginación para evitar reforzar el relato hegemónico de la nación chilena y así re-evaluar y re-imaginar este país y su identidad a través de modos específicamente teatrales. En el verano de 2019, nuestro equipo editorial, compuesto de dos chilenxs y tres editores de los EEUU (más tarde agregamos un editor español), invitó a destacados artistas e investigadores teatrales de Chile a enviarnos textos de una página respondiendo a estas preguntas: “¿Cómo podemos usar el teatro para imaginar el país y el territorio (en el presente, el futuro, y/o el pasado)? En el caso hipotético de que no existieran los límites físicos, financieros, ni burocráticos que restringen el teatro en nuestra sociedad actual, ¿qué ‘Chile’ crearía el teatro”? Hace tiempo que artistas teatrales chilenos emplean formas artísticas para explorar aspectos difíciles de la identidad nacional, y aquí les pedimos una particular valentía para que propusieran lo (supuestamente) imposible.

    Cuando mandamos las invitaciones para escribir los “teatros” no aspirábamos a contar con un panorama de voces representativas del teatro chileno. Más bien, quisimos facilitar una red de individuos cuya imaginación colectiva dibujara nuevas visiones nacionales con el teatro. Los colaboradores van de artistas teatrales establecidos, a investigadores académicos, dramaturgos y directores más emergentes. Aunque hay muchas voces más en el teatro chileno, estos colaboradores ofrecen una representación significativa de la vitalidad de la escena contemporánea. Al leer los teatros presentados y luego asignar de forma intencionada a los autores para que glosen las piezas de los demás, hemos intentado crear conversaciones absorbentes que esperamos que prosperen y continúen más allá de las páginas digitales de esta edición.

    Después de cursar  las invitaciones, y a lo largo del proceso, los eventos inesperados que obligaron a alargar el proceso editorial dificultado por revueltas nacionales y globales desde el verano de 2019 — han subido la apuesta de imaginar Chile de nuevo. En octubre de 2019, cuando se aumentaron las tarifas del metro, los chilenos estallaron en protestas de una magnitud y frecuencia no vistas desde la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). El aumento de las tarifas desató la ira a punto de estallar durante 30 años contra un sistema sociopolítico que, en sí mismo, era una representación perfecta con beneficios para unos pocos. Al mismo tiempo, surgió un movimiento feminista en gran parte gracias a las performances callejeras virales de nuestras colaboradoras del Colectivo LASTESIS, que se extendió por el mundo. Y después, el coronavirus nos golpeó a todos. Mientras escribimos la primera versión de este texto, Chile votó a favor de enmendar su constitución de la época de la dictadura; cuando reescribimos el mismo texto hoy, el país está en el proceso de esta enmienda, encabezada por la activista y académica Elisa Loncón y después por la epidemióloga María Elisa Quinteros. El 19 de diciembre de 2021, el pueblo chileno también eligió un nuevo presidente: Gabriel Boric, un congresista socialista de 35 años que fue un líder estudiantil en el movimiento para la reforma educacional en 2011. Boric ha prometido reformas progresistas sin precedentes con el objetivo de liberar Chile del largo legado de Pinochet. En los últimos dos años, Chile ha tenido que afrontar los límites de su identidad imaginaria y literalmente ahora está reescribiendo su propio guión, imaginando un futuro por venir.

    Entendemos que los teatros y glosas de esta edición acompañan este proceso nacional de ruptura y revisión e incluso participan en él, en un proceso que va en paralelo a los de otras sociedades. Además, en este momento de aislamiento social, su carácter imaginario adquiere un nuevo poder. En medio de una pandemia que parece interminable y que ha impedido, en gran medida, que el teatro se desarrollará tal y como lo conocíamos antes, nuestros colaboradores han hecho teatro con las herramientas que ahora tenemos disponibles (texto, video, técnicas mixtas), donde la imaginación de los “espectadores” se vuelve más importante que nunca. Si bien algunos de los textos emplean formas teatrales y otras estéticas que se asemejan a las presentadas en ediciones anteriores de IT, otros adoptan una postura más directa, tipo manifiesto, respondiendo directamente a la política nacional y a la incidencia del arte en este ámbito. Mucho de lo que parecía inamovible ha sucumbido, mucho de lo que parecía inconcebible se está abriendo camino quizás, en un teatro y una sociedad chilena post-pandémica, estas imaginaciones no sean tan imposibles como se anticipa. Tal vez tanto los colaboradores como los lectores se vean impelidos a pedir al teatro que haga más de lo que nunca esperamos que pudiera hacer, abriendo fronteras y ofreciendo nuevos modos de encuentro que la pandemia nos ha mostrado que necesitamos.

    En nuestro proyecto existe otro nivel de trabajo imaginativo: el de la traducción. Todos los teatros y las glosas fueron escritos originalmente en castellano, y los han traducido los tres editores anglohablantes nativos. La propia introducción es una compilación en inglés de textos en inglés y castellano, urdidos y traducidos después por Alexandra (una editora de los EEUU) al castellano para que David (un editor español) los editara. Vemos nuestro trabajo de traducción como inherente, no como suplementario, al proyecto de hacer teatro. Traducir “fielmente” teatros imaginarios  es a impregnarse del propio proceso teatral: a producir imaginariamente, y descartar, una serie de posibles representaciones para cada momento; ensayar y reevaluar, volver a montar y reajustar. Como traductores, no fijamos el significado, sino que lo dejamos flotar.

    Las divisiones lingüísticas han impedido a menudo las conexiones significativas entre artistas e investigadores teatrales en América del Norte y América del Sur, y esta edición de Teatros Imaginados — la primera que existe como artefacto bilingüe — pretende rebajar esta barrera de colaboración entre hemisferios. Sin embargo, somos conscientes del hecho de que la traducción entre idiomas y, por tanto, entre culturas nunca es neutra. Los mecanismos de la traducción, y el diálogo implícito y explícito entre escritor y traductor, abren un espacio imaginativo y dinámico entre culturas, un cauce para la conversación y la comprensión continuas y bidireccionales. Este intercambio mutuo es particularmente importante para los editores de los EEUU que traducen, y por tanto interpretan, las palabras de lxs chilenxs y sus teatros imaginados — nuestros mundos imaginativos deben cooperar y resistirse a las jerarquías. Nos hemos preguntado qué encuentro estamos escenificando en nuestra presentación de los textos originales y traducidos. Para ello presentamos en primer lugar los textos originales en castellano, seguidos de las traducciones al inglés, para honrar el idioma primario de pensamiento y creación, aunque esta revista esté radicada en los EEUU. Ya que estos colaboradores nos invitan a re-montar Chile con gran imaginación, debemos traducir sus visiones para incitar posibilidades imaginadas para públicos que no hablan castellano y que están en otras tierras, algunas con historias complicadas para América Latina.

    Teatros Imaginados: Chile es, pues, en sí mismo un encuentro teatral e imaginado entre Chile y los EEUU. En estos intercambios vulnerables entre escritor, traductor, y lector/espectador, nosotrxs todxs, colectivamente, estamos imaginando nuevos teatros de intercambio cultural.


    January 2022

    What is “Chile?” Long before the Spanish arrived and named it so, the strip of land bounded by mountains, desert, ice, and sea already existed; so did its inhabitants. What we today call “Chile” its people, territory, history, identity is the complicated product of imagination, necessarily inflected by colonial and neocolonial legacy. Indeed, even Chile’s contemporary international profile as a stable, democratic, economically prosperous, and “advanced” Latin American nation constitutes an ideal not lived by all Chileans, one that glosses over the deleterious effects of ongoing foreign intervention, from Spain in the 16th century to the U.S. in the 20th.

    Imagined Theatres: Chile attempts to redeploy imaginative power away from bolstering the hegemonic narrative of Chilean nationhood and toward reassessing and re-envisioning this country and its identity through specifically theatrical means. In the summer of 2019, our editorial team, comprising two Chileans and three editors from the U.S. (we later added a Spanish editor), invited prominent Chilean theatre artists and scholars to submit one-page texts responding to these questions: “How can we use theatre to imagine the country and its territory (in the present, future, and/or past)? In the hypothetical case in which we do not have the physical, financial, or bureaucratic limits that restrict theatre today in our society, how could theatre make ‘Chile?’” Chilean theatre artists have long used the art form to work through thorny questions of national identity, and here we asked for particular boldness in proposing the (what might seem) impossible.

    In issuing our invitations to write “theatres” we did not aim to curate a panorama of voices representing Chilean theatre. Rather, we hoped to foster a network of people whose collective imagination would paint new national visions by way of theatre. The contributors range from established theatre artists, to university scholars, to more emerging playwrights and directors. While many more voices exist in Chilean theatre, these contributors here offer a meaningful representation of the vibrancy of the contemporary scene. In reading the submitted theatres and then deliberately assigning writers to gloss one another’s pieces, we have attempted to create compelling conversations across this spectrum of contributors, conversations that we hope may flourish and continue beyond the digital pages of this issue.

    The events that occurred after these invitations and throughout the editorial process unexpectedly extended and complicated by both national and global upheavals since summer 2019 have raised the stakes of imagining Chile anew. In October 2019, in response to increased metro fares, Chileans erupted in protests of a magnitude and frequency not seen since Augusto Pinochet’s dictatorship (1973-1990). The fare hike unleashed 30 years’ worth of simmering rage at a sociopolitical system that was itself a sort of imaginary ideal benefitting very few. Simultaneously, a feminist movement surged, thanks in large part to the viral street performances of our contributors in Colectivo LASTESIS, and spread around the world. And then, the coronavirus hit us all. As we wrote the first version of this introduction, Chile voted to amend its dictatorship-era constitution; as we revise today, the country is in the process of this constitutional amendment, led by Mapuche activist and academic Elisa Loncón and then epidemiologist María Elisa Quinteros. On December 19, 2021, Chile also elected a new president: Gabriel Boric, a 35-year-old Socialist congressman who had been a student leader in the 2011 educational reform movement. Boric has pledged unprecedented progressive reforms meant to finally extricate Chile from Pinochet’s long legacy. Over the past two years, Chile has had to confront the limits of its imagined identity and is now quite literally re-writing its own script, imagining a future to come.

    We see this edition’s theatres and glosses as accompanying, and even participating in, this national process of rupture and revision that parallels that of other societies. Moreover, in this moment of social isolation, their imagined nature acquires a new power. In the midst of a seemingly interminable pandemic that has largely prevented theatre as we once knew it, our contributors have made theatre by the means we now have available (text, video, mixed media), and the imagination of the “spectators” becomes more important than ever. While some of the texts employ theatrical and other aesthetic forms that resemble submissions in previous IT editions, others take a more direct, manifesto-like stance, responding directly to national politics and the role art might play in them. So much of what has seemed unshakeable has fallen, so much of what seemed inconceivable is making a way perhaps, in a post-pandemic Chilean theatre and society alike, these imaginings will not be as impossible as anticipated. Perhaps contributors and readers alike may be impelled to ask theatre to do more than we’ve ever expected it could, opening up borders and offering new modes of encounter that the pandemic has shown us that we need.

    One more layer of imaginative work exists in our project: that of translation. All of the theatres and glosses were originally written in Spanish, and have been translated by the three native English-speaking editors. Even this introduction is an English-language amalgamation of both English and Spanish texts, woven together and translated by Alexandra (a U.S. editor) into Spanish for David (a Spanish editor) to edit. We see our translation work as inherent, and not ancillary, to the theatre-making enterprise. To translate imagined theatres “faithfully” is to imbue oneself with the theatrical process itself: to imaginatively produce, and discard, a range of potential performances for each moment; to rehearse and reassess, to reassemble and redress. As translators, we do not fix meaning but allow it to float.

    Linguistic divides have often inhibited meaningful connection between North and South American theatre artists and scholars, and this issue of Imagined Theatres the first that exists as a bilingual artifact aims to lower this barrier of interhemispheric collaboration. Yet we are attentive to the fact that translation between languages and thus between cultures is never neutral. The mechanics of translation, and the implicit and explicit dialogue between writer and translator, open a dynamic imaginative space between cultures, a conduit for ongoing, bidirectional conversation and comprehension. This mutual exchange is particularly crucial for U.S. editors translating, and thus interpreting, Chileans’ words and their imagined theatres — our imaginative worlds must cooperate and resist hierarchies. What encounter, we have asked ourselves, are we staging in our presentation of original and translated texts? To that end, we present the original Spanish texts first, followed by their English translations, to honor the primary language of thought and creation even though this journal is US-based. As these contributors invite us to imaginatively re-stage Chile, we must translate their visions so as to spur imaginative possibilities for non-Spanish speaking audiences on different lands, some with complicated histories to Latin America.

    Imagined Theatres: Chile is, then, in and of itself an imagined theatrical encounter between Chile and the U.S. In these vulnerable interchanges between writer, translator, and reader/viewer, we are all collectively imagining new theatres of cultural exchange.

    Alexandra Ripp, Guest Editor 
    
    in collaboration with the editorial and translation team: 
    Mauricio Barría
    Anne García-Romero
    Pía Gutiérrez 
    David Rodríguez-Solás
    Adam Versényi
  • Éxodo

    O el extraño desafío de la representación del pueblo en tres actos

     

    Luz.

     

    I.

    Mientras pasa el tiempo, de a poco, empieza a poblarse la escena. Desde todas las direcciones llegan al escenario anchas columnas de gente que ha recorrido largas distancias para estar aquí. Muchas de estas columnas no han podido siquiera avanzar. Ahora que están, es como si estuviesen ahí desde siempre.

    II.

    Por fin, en escena está el pueblo. (Se debería considerar como un asunto central para la puesta en escena si se trata del pueblo representando al pueblo o el pueblo haciéndose presente, poniendo fin a todo intento histórico de su representación). Millones de personas portando banderas, capuchas, pañoletas y pancartas. Se empieza a sentir el olor a quemado de algunas barricadas al fondo del escenario, la sala se llena de humo, láseres y fuegos artificiales. El espacio de las butacas está absolutamente vacío, todos están en escena, se suman boletera y acomodador. Nadie falta. Millones de proyecciones por toda la sala nos muestran que no hay nadie en sus casas ni puestos de trabajo, no hay nadie en las calles. El ruido es ensordecedor y la temperatura insoportable producto del fuego y los cuerpos. Las paredes del teatro empiezan a sudar, el suelo tiembla y la estructura del escenario cruje. En un primer plano el pueblo despliega un lienzo donde se puede leer con grandes y gruesas letras negras sobre fondo blanco ¨El pueblo ya no es lo que siempre falta”.

    III.

    El pueblo ha salido de escena,  la gente ha empezado sus eternas peregrinaciones a las zonas oscuras del teatro, desapareciendo conforme pasa el tiempo.  El espacio, ahora vacío, ha quedado en penumbras y obrando una ausencia aterradora. Millones de proyecciones continúan mostrando las calles vacías, nadie en el quiosco al frente del teatro, nadie dando el tiempo en televisión, nadie fumando a un costado del camino. Escalofriante, pero no hay nadie para verlo.  ¿A dónde se ha ido el pueblo?

    Oscuro.


     

    Exodus

    Or, the strange challenge of staging the people in three acts

     

    Light.

     

    I.

    As time passes, little by little, the stage begins to fill. Broad columns of people who have traveled long distances to get here arrive from all directions. Many of these columns haven’t been able to move forward. Now that they are here, it’s as if they’ve always been here.

    II.

    At last, the people are on the stage. (A central point of this staging should be the consideration of whether it’s about the people performing “the people” or the people making themselves present, putting an end to all historical representation). Millions of people waving flags, wearing hoodies and kerchiefs, and carrying posters. The theatre begins to fill with the smell of barricades burning at the back of the stage. with smoke, lasers, and fireworks. The seats are completely empty; everyone is on the stage, including the box office personnel and the usher. No one is missing. Millions of projections throughout the theatre show us that no one is home or at work, no one is in the street. The noise is deafening and the temperature produced by the fire and the bodies unbearable. The theatre’s walls begin to sweat, the floor shakes, and the stage creaks. At the front the people unfurl a banner that reads, in large black letters on a white background, “The people are no longer what is always missing.”

    III.

    The people have left the stage. They have begun their eternal peregrinations into the dark parts of the offstage, disappearing as time passes. The space, now empty, remains in penumbra, creating a terrifying absence. Millions of projections continue, showing the empty streets — no one in the kiosk in front of the theatre, no one telling us the time on television, no one smoking on the side of the road. Frightening, but there’s no one to see it. Where have the people gone?

     

    Darkness.


    About the Author

     

    El pueblo demanda, exige.
    Se agrupa en lo performativo,
    en lo público,
    en los acuerdos visibles.
    
    El pueblo hoy habita los intersticios del claroscuro.
    0 y 1.
    
    Cuántas ganas tenemos de salir del binarismo.
    
    
    

     

    The people demand, insist.
    They assemble in the performative,
    in the public,
    in pacts that can be seen.
    
    The people today live in the interstices of chiaroscuro.
    0 and 1.
    
    How badly we want to flee this binarism.

    About the Author
  •  

     

     


    Collage words in order of appearance:

    God?
    Powerful invention but what
    What do you think?
    It runs in the blood
    Tendency
    Modern?
    Disconcerting?
    Do you like how your piece is looking?
    Is
    The tragedy
    Homage to their politics
    Women in the shadow
    Men. More advantages.
    It’s a flood of nostalgic romanticism, isn’t it?
    “The lessons of history”


    About the Author

    En octubre del año 2019 Chile empezó a arder de a poco, violentamente, como nunca imaginamos que ardería. Y pensamos que no sería posible volver a pisar un escenario de la misma manera en que lo habíamos hecho antes. Nuevamente los militares y policías estaban torturando gente, estaban matando, violando, sacándoles los ojos a las personas. Fue entonces que se nos apareció el horror y el arte se llenó de preguntas sin respuesta. Y dentro de esta incertidumbre sobre la función del arte, la masiva performance de Un violador en tu camino del colectivo LASTESIS  me ofreció  una certeza  después de tanto tiempo. Porque ahí, en la calle llena  de miles de mujeres que sentíamos lo mismo, verbalizando lo  que estaba escondido en nosotras, algo empezó a arder verdaderamente, y entonces nada volvió a ser igual.

    Qué todo arda es volver a esa sensación de final, de que todo lo que ya existe no se sostiene, y de que el silencio guardado por años ahora explota como un grito. La forma del collage me hace inevitablemente pensar en un vómito, en echar  un conjunto de elementos que enferman y envenenan nuestros cuerpos, manchando todo a su paso. Lanzo hacia afuera todo lo malo, para poder comenzar a sanarme. Un poco de patriarcado, un poco de racismo, un poco de transfobia, un poco de arribismo, un poco de lesbofobia: todo en trozos de papel mezclado sobre la mesa, listo para ser quemado y para desaparecer. Sin embargo, vomitar está tan mal visto que intentamos no hacerlo nunca. No se puede vomitar en la cena familiar, ni en la reunión de apoderados, ni en la entrevista de trabajo. Porque todo lo que se sale del margen no debe ser visto nunca, que no se nos vea la sangre, que no se nos vea el sudor, que no se nos vean las lágrimas, ni menos que se vea nuestra rabia. Botar la rabia hacia afuera es lo que nos transforma en monstruos.

    En el video hay un apagón, y de fondo una voz de mujer nos dice un conjuro, lanza un maleficio donde por fin se muere el orden establecido, se queman en la hoguera los opresores, los que desde siempre han contado la historia hegemónica, y es solo entonces que se podrá, por fin, empezar de nuevo. Y entonces, ese hombre blanco heterosexual cis dejará de ser el protagonista de la historia, y los profesores en las salas de clase dejarán de estudiar solamente autores varones, y los autores varones dejarán de sentirse con la autoridad de crear a los grandes personajes femeninos del teatro universal. En el video también aparecen carteles con distintos tipos de frases: “Las mujeres, a la sombra”, “Los hombres, más ventajas”, “Es un aluvión de nostálgico romanticismo”. Es a través de estas ideas desde donde se ha creado el mundo.

    Para mi, Qué todo arda evoca una imagen, cientos de brujas quemando sacerdotes en la hoguera, quemando sus documentos oficiales y sus leyes en una fogata masiva. Pero no son las brujas que inventaron los hombres, son otras brujas, no son las que vuelan con escobas, ni las que usan gorros puntiagudos. Son las verdaderas, las que sangran, las que paren en la tierra, las que se aman entre ellas, las mujeres transgéneras, los hombres transgéneros, las mujeres que son libres.

     


     

    In October 2019 Chile began to burn little by little, violently, like we never imagined it could burn. And we thought that it would not be possible to step on a stage in the same way we had before. Once again the military and the police were torturing people; they were killing, raping, blinding people. It was then that the horror appeared to us, and art filled with questions without answers. Amidst this uncertainty about the function of art, the mass performance of the collective LASTESIS, A rapist in your path, offered me long-awaited certainty. Because there, in the street filled with thousands of women who felt the same way, verbalizing what was hidden within us, something began to truly burn with irrevocable consequences.

    Let everything burn returns us to that feeling of the end, when everything that already exists cannot sustain itself, and when the silence kept for years now explodes like an eternal scream. The form of the collage makes me inevitably think of vomiting, releasing the sickening elements that poison our bodies, staining everything in its path. I throw out all the bad to start to heal myself. A bit of patriarchy, a bit of racism, a bit of transphobia, a bit of social climbing, a bit of lesbophobia: all are scraps of paper mixed together on the table, ready to burn and disappear. However, vomiting is improper behavior and to be avoided at all costs. One cannot vomit during a family dinner, nor in a meeting of managers, nor in a job interview, because excess should never be seen. They should not see our blood; they should not see our sweat; they should not see our tears; and never our rage. To release our rage would turn us into monsters.

    In the video there is a blackout and from the depths, a voice casts a spell, a curse that at last dooms the established order, burns the homes of the oppressors, ones who have always controlled the telling of history. Only in this way can we finally start again. And so, that white cis heterosexual man will no longer be the protagonist of history, and teachers in the classrooms will no longer teach only male authors, and male authors will no longer feel they have the authority to write the great female characters of the theater. In the video, too, signs appear with different phrases: “Women in the shadow,” “Men. More advantages,” “It’s a flood of nostalgic romanticism.” These are the ideas from which the world has been created.

    For me, Let everything burn evokes an image: hundreds of witches burning priests at the stake, burning their official documents and laws in a massive bonfire. But these are not the witches that men invented; these are other witches. They do not fly on brooms or wear pointy hats. These are the true witches:, the ones who bleed, who give birth in the dirt, the women who love each other, transgender women, transgender men, women who are free.

     


    About the Author
  • La idea es destruir Chile.

    Los países no tienen que durar para siempre.

    A veces cometen crímenes irreparables.

    Por ejemplo.

    Un tribunal.

    Un juicio.

    Un juicio en el que están condenando a Jorge Mateluna a dieciséis años de cárcel.

    Por asaltar un banco.

    Pero él no lo hizo.

    Simplemente iba caminando por la calle y la policía le hizo un control de identidad.

    Cuando se dieron cuenta de que él había estado preso, de que había sido guerrillero, lo metieron a la cárcel.

    Ahora lleva ocho años preso.

    En la cárcel lo está matando Chile.

    Y lo está matando la epidemia.

    El virus.

    Esto es vida real.

    Un poco de contexto.

    Nosotros ya hicimos una obra para liberarlo.

    Esto es real.

    Esa obra se llamó Mateluna.

    Explicamos el caso sobre el escenario.

    Funcionó. 

    Todo Chile se dio cuenta de la injusticia.

    Hasta la presidenta Bachelet decidió indultarlo.

    Pero su ministro de justicia se negó a firmar el decreto.

    Esto es historia real.

    Jorge Mateluna vive preso.

    Hoy.

    Por eso la rabia.

    Y la idea es quemar Chile.

    La idea de que el país no merece sobrevivir.

    Empecemos por repetir el juicio.

    Pero podríamos darle una última oportunidad.

    ¿Qué pasa si repiten el juicio?

    Podría ser.

    En ese caso deberíamos llegar mejor preparados.

    Podríamos llevar videos.

    Por ejemplo videos que demuestren que Mateluna es inocente.

    Videos realizados por Forensic Architecture (FA), una agencia de investigación basada en el Goldsmiths, University of London.

    Allá usan una tecnología impresionante para explicar la violencia.

    Las violaciones.

    A los derechos humanos.

    En todo el mundo.

    Han usado su método para aclarar asesinatos políticos y bombardeos de poblaciones civiles.

    Ellos podrían reproducir la fuga de los verdaderos asaltantes y explicar por qué Jorge Mateluna no participó en el asalto.

    Podrían demostrar que la policía fabricó pruebas.

    Y lo dejarían libre.

    En la última escena de la obra, va a aparecer el verdadero Jorge Mateluna.

    Libre.

    Sonriendo.

    Se va a parar en el centro del escenario.

    Y va a hablar de su vida en la cárcel.

    Va a decir que en las noches imaginaba salir en libertad para subirse a un escenario.

    Fin.

    Espero que este sueño llegue a alguien de Forensic Architecture.

    Pueden escribirme a este email: matelunainocente@gmail.com

    Sería maravilloso que nos ayudaran a liberar a Jorge Mateluna.

    Lo tuvieron seis meses en una celda de castigo.

    Una hora de sol.

    Por eso, la imaginación tiene que estar manchada de rabia.

    De fuego.

    De la destrucción imaginaria de Chile.

    Porque para que Mateluna salga libre hay que destruir Chile.

    Y si lo dejaran en libertad también habría que destruir Chile.

    Porque el daño ya está hecho.

    La cárcel. 

    Ese es un daño imposible de imaginar.





     

     

    The idea is to destroy Chile.

    Countries don’t have to last forever.

    Sometimes they commit irreparable crimes.

    For example.

    A court.

    A trial.

    A trial in which they are condemning Jorge Mateluna to seventeen years in jail.

    For robbing a bank.

    But he didn’t do it.

    He was simply walking down the street and the police ran an identity check on him.

    When they realized that he had been in prison before, that he had been a guerrilla fighter, they put him in jail.

    Now, he’s been imprisoned for seven years.

    In jail, Chile is killing him.

    And the epidemic is killing him.

    The virus.

    This is real life.

    A bit of context.

    We already did a play to free him.

    This is real.

    That play was called Mateluna.

    We explained the case onstage.

    It worked.

    All of Chile became aware of the injustice.

    Even President Bachelet decided to pardon him.

    But her Minister of Justice refused to sign the decree.

    This is actual history.

    Jorge Mateluna lives imprisoned.

    Today.

    The rage is because of that.

    And the idea is to burn Chile.

    The idea that the country does not deserve to survive.

    We begin by repeating the trial.

    But we could give him one last opportunity.

    What happens if they repeat the trial?

    It could happen.

    In that case we would come better prepared.

    We could bring videos.

    For example, the videos that demonstrate that Mateluna is innocent.

    Videos made by Forensic Architecture (FA), a research agency based at Goldsmiths, University of London.

    There, they use amazing technology to explain violence.

    Violations.

    Of human rights.

    Worldwide.

    They’ve used their methodology to clear up political assassinations and bombings of civilian populations.

    They could reproduce the fleeing of the actual robbers and explain why Jorge Mateluna was not part of the robbery.

    They could show that the police fabricated evidence.

    And they would let him go free.

    In the last scene of the play, the real Jorge Mateluna will appear.

    Free.

    Smiling.

    They’ll stand centerstage.

    And he’ll talk about his life in jail.

    He’ll say that at night he imagined going free so he can appear on stage.

    The end.

    I hope that this dream gets to someone at Forensic Architecture.

    They can write me at this email address: matelunainocente@gmail.com

    It would be wonderful if they could help us free Jorge Mateluna.

    They’ve had him in a disciplinary cell for six months.

    One hour of sun.

    Because of this, imagination has to be stained by rage.

    By fire.

    By the imaginary destruction of Chile.

    Because for Mateluna to go free, Chile has to be destroyed.

    And if they were to let him go free, Chile would also have to be destroyed.

    Because the harm is already done.

    Jail.

    That’s a harm impossible to imagine.

     

     

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    EN  ESTOS TIEMPOS INNOMBRABLES

    El destino retoma su vuelo y con sus alas desvía el avenir, ese destino más poderoso que los dioses, bajo el cual los poetas dramáticos condujeron sus obras, es lo inesperado que se avista en el horizonte para la humanidad y la escena.

    A veces se afirma que el teatro está en crisis, que ha perdido su sentido, o que está al borde del precipicio del olvido, lo que es una alocución de un presente. Son las percepciones de quienes padecen las incertidumbres del oficio, dado que   el   amor, la ira,  etc. como la teatralidad, subsistirán más allá de los aconteceres de hoy, y se esfumarán cuando el planeta deje de girar alrededor del sol.

    La escena manipulada por la especie se hospeda en manos de quienes la capturan. A vece instrumentalizada sea por regímenes  dictatoriales, a veces  solo como un medio de mercado para la obtención del lucro, o como un lugar para enfrentar  la  ficción imperante, o tal vez solo para sumergirnos en el olvido, o para construir un luminoso saber y  congregarnos como tribu.

    Los deseos de la humanidad están poblados de quimeras que la hacen subsistir y le permiten continuar su existencia, pero que nunca logran plasmar en su plenitud.

    Desde “el amar a tu hermano como a ti mismo”, al ideal del “hombre nuevo” o al anhelo de la “fraternidad, igualdad y libertad”, o tratando de construir el reflejo de la palabra de un dios como eje del buen vivir. Y así cientos de bellos relatos que sólo arriban al enunciado de su historia.

    Ahí es donde la representación, el arte, les da vida, espíritu y materialidad a esos deseos sociales esquivos, podríamos decir que el teatro imaginado es tan múltiple   

    El arte logra señalar lo que no existe y hablar de lo no dicho, como develar o reafirmar la ficción imperante.

    Sin embargo no existe la solución buena o justa, no existe el “nunca más”, mientras el motor de un actuar de la especie sea enseñar a matar y construir armadas para aniquilar lo existente, no habrá obra que logre detener este accionar, habrá escenas que glorifiquen el heroísmo del rebelde, guerrillera o militar y otras que lo denuesten, pero ninguna logrará impedir el disparó de un gatillo.

    Por eso adoro las balas de la ficción ya que nunca han manchado de sangre el escenario.

    Ahí tal vez, el arte logré transformar a la especie, permitiéndole plasmar sus inacabadas aspiraciones,

    En el intertanto nos preparamos, sumando otras letras al alfabeto del lenguaje escénico, reelaborando las tradiciones y avistando una escena, que no podrá ser igual a la del ayer y que inundará las calles o escenarios, dando cuenta de una revolución cultural que ha hecho emerger el anhelo de otro constructo social.

    Continuamos, hasta lograr la inexistencia de los casos de todas, todos y todes los Matelunas.

    Será lo que está detrás del horizonte, lo que dilucidará el sentir de estas palabras.

     


     

    IN THESE UNSPEAKABLE TIMES

     

    Destiny takes flight once again and its wings deflect agreement. This destiny more powerful than the gods, under whose aegis dramatic poets create their works, is the unexpected meeting place on the horizon for humanity and for the stage.

    The theatre is constantly thought to be in crisis. Said to have lost its meaning, or to be teetering on the edge of the precipice of forgetting, which is an allocution of the present. These are the perceptions of those who suffer from the uncertainties of their occupation. It is a given that love, wrath, etc., like theatricality, will subsist beyond the events of today, and will disappear only when the planet stops revolving around the sun.

    The stage, manipulated by the species, lodges in the hands of those who capture it. At times instrumentalized by dictatorial regimes, at times it is only a means for the market to obtain profits, at times a place to confront the reigning fiction, or perhaps to submerge ourselves in forgetting, or to construct a luminous knowledge and for us to congregate like a tribe.

    Humanity’s desires are populated with chimeras that make them subsist and allow them to continue to exist, but that never succeed in shaping their plenitude.

    Whether it is “love your brother like yourself,” the ideal of “the new man,” or the yearning for “brotherhood, equality and liberty,” or trying to construct the reflection of the word of God like the axis of the good life, hundreds of beautiful stories only get to enunciate their tale.

    This is where performance, art, gives life, spirit, and materiality to those aloof social desires.  We could say that the imagined theatre is as multiple as the diverse yearnings of each small group of human beings, and that thus, like every rite, it maintains its history in the present, yearning for the representation of the political-spiritual aspirations of humanity.

    As a means of unveiling or reaffirming the reigning fiction, art succeeds in pointing out what doesn’t exist and in talking about what is not said.

    Nevertheless, if the motor driving the species is being taught to kill and to construct arms with which to annihilate what is, the good or just solution doesn’t exist, “never again” doesn’t exist.  No play can stop such action. Scenes will be written to glorify the heroism of the rebel, guerilla, or soldier, and others that insult, but none of them can impede the shot that comes from pulling the trigger.

    I adore fictional bullets because they’ve never stained a stage with blood.

    Political theatre, like the curtain raiser of an ideology, has succumbed. The politics of art and the social impetus of creation is emerging, where, by means of artistic language, the discourses of the present manifest themselves. This happens in demonstrations where song, dance, projections, choreography, and literature on the walls construct social actions that pierce the “artistic fiction” to reveal a socio-political reality that establishes a different spirit of the age.

    There, perhaps, art will succeed in transforming the species, permitting it to shape its unfinished aspirations.

    In the meantime, we will prepare ourselves, adding other letters to the alphabet of scenic language, re-elaborating traditions and descrying scenes that cannot be the same as those of yesterday, and that will inundate the streets and stages, realizing a cultural revolution that has made the yearning for another social construction emerge.

    We continue, until we achieve the destruction of all the cases like Mateluna’s.

    It will be that which is behind the horizon, that which will explain the meaning of these words.


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    Una madre a su hija:

    El teatro es algo así como una representación. Es representar algo que se te apareció en la cabeza. Es como una proyección. Imagínate que en tu mente aparece un bosque, y en ese bosque hay una mujer que está perdida. Es la noche. La mujer tiene miedo. Entonces tú quieres proyectar esa imagen porque tal vez esa imagen es un recuerdo. Tal vez eso fue algo que te pasó a ti alguna vez en la vida. Tal vez un día, cuando eras joven, te perdiste en el bosque y algo te pasó. Entonces de alguna manera quieres volver a ese lugar para entender lo que te pasó. O para revivir lo que te pasó. Quieres volver a estar ahí, parada, en mitad de la noche, perdida en el bosque. Quieres volver a sentir ese miedo, esa parálisis en el cuerpo, ese dolor, ese terror. Tal vez ni siquiera sabes si eso te pasó realmente o si fue un sueño, o una pesadilla. Entonces como esa imagen que tienes en tu cabeza no te deja dormir, pones un bosque en escena, pones a una actriz, apagas las luces y le dices: imagínate que eres yo hace muchos años, cuando esto me pasó a mí misma. O tal vez no te pasó a ti. Tal vez le pasó a tu madre. O a tu abuela cuando era niña. O tal vez le pasó a muchas mujeres más. Tal vez incluso la misma actriz alguna vez se perdió en el bosque y sintió que iba a morir esa noche. Y la actriz también sintió que en la oscuridad había una bestia escondida que le iba a morder el cuello y se iba a morir desangrada ahí, tirada en el piso, en plena oscuridad. Devorada por varios lobos, no solo por uno. Por varios. Por cientos. Y la actriz pensó: ¿Por qué a mí? ¿Por qué tuve que salir a caminar cuando estaba oscuro y tenía que morir en esta noche nublada, sin luna y sin estrellas? Y es que esa mujer, la actriz, o tú misma, o tu madre, o tu abuela, había escuchado que eso mismo le había pasado antes a muchas otras mujeres. Pero para llegar a la playa había que pasar por el bosque. Por eso esa actriz había salido esa noche de su casa y se había dirigido a ese bosque. Y ella sabía que esa noche le iba a pasar algo malo. Entonces tú pones una música de suspenso en esa parte. Y mientras se la devoran los lobos pones una música triste. O pones una música alegre para contraponer los gritos desgarradores de la actriz. Y puedes irte a un intermedio para que la gente salga a tomar aire o a vomitar o a llorar en el baño. Y cuando vuelvan del intermedio puede estar el mar en el escenario. El amanecer. El cielo, las olas, la arena. Las butacas pueden haber desaparecido. Toda la sala del teatro puede ser una gran playa desierta. Entonces la gente se va a tener que sentar en la arena. El sol les va a enceguecer un poco la mirada, pero pronto se van a acostumbrar. Y el público va a esperar que vuelvan a salir las actrices y los actores. Pero nadie va a salir. Solo van a estar las olas. El viento. La nostalgia. Y ahí van a comprender que la playa está vacía porque ninguna mujer logró llegar nunca a ver el mar. Entonces las mujeres del público se van a levantar y van a decir: somos las primeras mujeres en cruzar el bosque. Pero no, no es cierto, les van a decir. Seguimos estando en el teatro. Y toda la playa va a desaparecer y van a volver a estar en la sala. Y nadie va a aplaudir y las mujeres se van a ir deprimidas a la casa. Y se van a preguntar: ¿Qué pasa si salgo a caminar por el bosque esta noche? Algunas van a acostarse a dormir. Pero otras sí van a ir a internarse en lo profundo del bosque. Algunas van a llevar escopetas. Otras van a salir en grupo, tomadas de las manos. Pero ninguna va a llegar a ver el mar porque siempre algo las va a detener. Siempre va a haber un monstruo que se las coma en el camino. Hasta que un día van a sacar la obra de la cartelera porque la gente se va a cansar de ver una historia tan triste. Y van a pasar los años. Y tú vas a crecer, y te vas a acordar de esta historia que te conté esta noche, sobre el teatro. Y vas a volver a montar la obra. Y entonces, tal vez, después de muchos, muchos años, al final de tu versión de la obra, alguna mujer logre cruzar ese bosque. Y logre mojarse los pies. Y meterse al agua. Y nadar. Y acostarse desnuda en la arena. Y la gente va a llorar al final de tu obra. Y todo va a ser distinto después de eso. Va a ser tan distinto, que va a parecer un sueño.


     

    A mother to her daughter:

    The theatre is something like a representation. It’s representing something that appears in your head. It’s like a projection. In your mind, imagine that a forest appears, and in that forest, there is a woman who is lost. It’s night. The woman is scared. So you want to project that image because perhaps that image is a memory. Perhaps this was something that happened to you once in your life. Perhaps one day, when you were young, you got lost in the forest and something happened to you. So in a way, you want to go back to that place to understand what happened to you. Or to relive what happened to you. You want to go back to being there, stopped, in the middle of the night, lost in the forest. You want to go back to feeling that fear, that paralysis in the body, that pain, that terror. Perhaps you don’t even know if that really happened to you or if it was a dream, or a nightmare. So as this image you have in your head does not let you sleep, you put a forest on stage, you put a female  actor there, you turn off the lights and you say to her: Imagine that you are me many years ago, when this happened to me. Or perhaps it didn’t happen to you. Perhaps it happened to your mother. Or to your grandmother when she was a girl. Or perhaps it happened to many more women. Perhaps even the same female actor one time got lost in the forest and felt that she was going to die that night. And the female actor also felt that there was a beast hidden in the darkness that was going to bite her neck and she was going to bleed to death there, thrown to the ground, in total darkness. Devoured by several wolves, not only by one. By several. By hundreds. And the female actor thought, why me? Why did I have to go out for a walk when it was dark and why did I have to die on this cloudy night, without a moon and without stars? And it happens that this woman, the female actor, or you yourself, or your mother, or your grandmother, had heard that this same thing had happened before to many other women. But to get to the beach one had to go through the forest. That is why the female actor had gone out from her house that night and had gone toward that forest. And she knew that something bad would happen to her that night. So, you put suspenseful music in that part. And while the wolves devour her, you play some sad music. Or you play some happy music as a counterpoint to the piercing screams of the female actor. And you can transition to intermission so the people can go out to get some air or to vomit or to cry in the bathroom. And when they return from intermission, the sea can be on stage. Dawn. The sky, the waves, the sand. The audience seats can have disappeared. The entire theatre space can be a large deserted beach. So the people are going to have to sit on the sand. The sun is going to blind their sight a little, but soon they will adjust. And the audience is going to wait until the actors come out again. But no one is going to come out. There will only be the waves. The wind. The nostalgia. And there they are going to comprehend that the beach is empty because not one woman was ever able to arrive to look at the sea. So the women in the audience get up and they are going to say: we are the first women to cross the forest. But they are going to say, no, it’s not true,, we are still in the theater. And all the beach will disappear and they will still be in the theatre space. And no one will applaud and the women will go home depressed. And they are going to ask: What happens if I go out to walk in the forest tonight? Some are going to go to sleep. But yes, others are going to go into the deepest part of the forest. Some are going to bring shotguns. Others are going to go out in groups, holding hands. But none of them are going to manage to look at the sea because something will always stop them.  And then, one day, they are going to close the production of the play because people will get tired of seeing such a sad story. And many years will pass. And you are going to believe, and you are going to remember that story that I told you that night, about the theatre. And you are going to put on the play again. And then, perhaps, after many, many years, at the end of your version of the play, some woman will succeed in crossing that forest. And manage to  get her feet wet. And put herself in the water. And swim. And fall asleep nude on the sand. And the people will cry at the end of your play. And everything will be different after that. It will be so different, that it will seem to be a dream. 

     


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    Una hija

    ¿Dices que el teatro es un medium?

    Este cuento yo ya lo viví. 

    A girl

    You say that theatre is a medium? 

    I already lived this story. 

    Casa de infancia [Childhood home] – Purén – IX Región – Chile

    Estas mujeres me ayudaron a atravesar el bosque. 

    These women helped me go through the forest.

    Abuela – Mamá

    Conocí el mar a los 15 años, tarde, lo sé, no me hizo falta antes, creo. 

    I first saw the ocean at age 15 — late, I know. I don’t think I missed it before.

    Caperucita Roja [Little Red Riding Hood], 1883, Gustave Doré, pixelada 

    ¿Sabes que es lo que más me gusta hacer en el teatro? Entrar a la sala oscura, como boca de lobo, caminar muchos metros sin golpearme con nada, orientarme en el vacío hasta llegar al interruptor y prender la luz.

    No sé nadar, pero aprendí a ver en la oscuridad.

    Do you know what I like to do most in the theatre? Enter the dark hall, dark like the mouth of a wolf, walk many meters without bumping into anything, orient myself in the emptiness until I get to the switch and turn on the light.

    I don’t know how to swim, but I learned to see in the dark.

     


    About the Author
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    El 31 de diciembre de 2020, el Instituto Nacional de Derechos Humanos emitió el informe anual donde se da el número de personas que resultaron heridas durante el estallido social en Chile. Contabilizados desde el 17 de octubre al 30 de diciembre, se registraron 3.554 personas lesionadas: 2.874 hombres, 416 mujeres y 264 niños, niñas y adolescentes.

    De entre estas personas heridas, 2.081 personas sufrieron lesiones por disparos: 1.615 fueron impactados por perdigones, 230 impactados por lacrimógenas, 185 impactados por balines y 51 personas fueron impactadas por balas. 359 personas sufrieron daños oculares. 335 presentaron trauma o lesión en sus ojos, y 24 de ellas sufrieron el estallido o pérdida del globo ocular.

    Gustavo Gatica, estudiante de psicología de 21 años, puso el cuerpo y perdió ambos ojos.

    El teniente coronel Claudio Crespo se desempeñaba el 8 de noviembre en la Prefectura de Fuerzas Especiales de Santiago como jefe táctico de la intervención Sur, bajo la denominación de Gama 3. Cerca de las 18.10h, en la esquina de Vicuña Mackenna con calle Carabineros de Chile, un grupo de manifestantes gritaba consignas contra la policía y lanzaba elementos contundentes a sus vehículos. Crespo se parapetó contra el muro de un edificio y, apuntando hacia donde se ubicaban los manifestantes, disparó la escopeta antidisturbios calibre 12 directamente al tercio superior del cuerpo de los manifestantes impactando a la víctima a una distancia de 24,5 metros.

    Gustavo Gatica quedó con trauma ocular severo:estallido del ojo izquierdo y contusión grave en el ojo derecho.

    El 8 de noviembre, Crespo fue autor de 170 disparos con la escopeta de perdigones y de 43 con la carabina lanza lacrimógenas, según consta en los registros de Carabineros de Chile. Ese mismo día, contraviniendo el protocolo, Crespo descargó en su computador de trabajo personal los videos de la cámara GoPro que portaba.

    Una glosa podría explicar o aclarar un texto. En esta glosa no ha sido posible aclarar la acción abominable de un oficial que dispara ciento setenta balines a los ojos de unos jóvenes manifestantes, ocasionándoles lesiones irreversibles para destruirles sus vidas.

     


     

    On December 31, 2020, the National Institute of Human Rights published its annual report with the number of persons injured during the social uprising in Chile. Between October 17 and December 20, 3,554 persons were reported injured: 2,874 men; 416 women; and 264 boys, girls, and teenagers.

    Among these injured persons, 2,081 people suffered gunshot wounds: 1,615 were wounded by buckshot; 230 were affected by tear gas; 185 hit by pellets and 51 people were hit by rubber bullets. 359 people suffered ocular injuries: 335 had trauma or lesions in their eyes, and 24 of them suffered “el estallido” or loss of an eyeball.

    Gustavo Gatica, a 21-year-old psychology student, put forth his body and had his eyes put out.

    On November 8, Lieutenant Colonel Claudio Crespo of the Prefecture of Special Forces in Santiago served as the chief tactician of the Southern intervention, under the banner of the Gama 3 unit.

    Around 6:10PM, on the corner of Vicuña Mackenna and the Carabineros de Chile street,
    a group of protesters shouted slogans against the police and threw blunt objects at their vehicles. Crespo took refuge against the side of a building and, pointing toward where the protestors were located, fired his anti-disturbance 12 gauge shotgun directly at the torsos of the protestors, impacting the victim at a distance of 24.5 meters (approximately 80 feet).

    Gustavo Gatica was left with severe ocular trauma: destruction of the left eye and grave contusion in the right eye.

    On November 8, Crespo was responsible for 170 discharges of his shotgun and 43 with his tear gas launcher, according to the Carabineros de Chile registry. On that same day, going against protocol, Crespo downloaded videos from the GoPro camera he wore to his personal work computer.

    A gloss might explain or clarify a text. In this gloss, it has not been possible to clarify the abominable action of the official who discharged 170 rubber pellets into the eyes of young protestors, inflicting permanent injuries that would destroy their lives.

     


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  • THEATRE IS THE PRESENT

    IT REMEMBERS THE PAST

    AND IT’S RUSHING TOWARD THE FUTURE

    […]

    THEATRE MAKES CHILE EVERY DAY


    About the Author

    El teatro es memoria y resistencia… un lugar donde expresamos nuestra mirada frente al mundo y le damos sentido a nuestra existencia. (Perdón la tardanza y lo breve, han sido meses extraños y de mucha carga laboral)

    -mail de Paula González como respuesta al teatro de Catalina Devia

     

    Si Catalina Devia pone el mapa de tela deshilachandose al centro de su teatro, Paula González responde con su propia glosa deshilachada.“El teatro hace Chile”, incita Devia, y el mail en que Paula González responde es de agobio por la pandemia, por la carga de trabajo, por la vida que acontece sin pausa mientras la incertidumbre nos rodea.

    El teatro está cansado y nosotras, las personas que de él y en él vivimos, estamos cansadas. Si no podemos vivir sin un teatro vital, y a pesar de esto seguimos vivos, me pregunto ¿por qué existe el teatro entonces?

    Sobre su vocación elegida, la dramaturga chilena Isidora Aguirre dice: “Una representación teatral es un acto de amor”, como respuesta a una de las preguntas de Andrea Jeftanovic en Conversaciones con Isidora Aguirre a propósito de su vocación.[1] La entrada a su diario íntimo, fechada el 15 de octubre de 1954, agrega: “Pienso que el teatro resume todas las artes, todas convergen hacia él, y es la vida misma la que se reproduce en el escenario”. El teatro no ha estado más que como un fantasma durante la pandemia, pero antes, en pleno estallido, salió de la sala y se hizo puro cuerpo y pura calle. En esa contradicción habitamos el teatro aún como un acto de amor. Como dice Devia, se hace en el teatro, se deshacía, se rehacía, abría los ojos, se convertía en un estar con, en un cuerpo común informe, orgánico, lleno de pulsiones que no podían ser más que presentadas.

    Leo a Devia y González como dos mujeres que trabajan en el teatro, que viven del teatro, que enseñan teatro, que habitan desde el teatro y a su vez producen un repertorio para que como nación imaginada existamos fuera de él. Volviendo a Aguirre, pienso en la insistencia de hacer teatro incluso cuando este no es reconocido, y vinculo el trabajo de Devia y González con el de Aguirre cuando el año 1957, la revista Ercilla sacaba una nota titulada: “10 compañías bisoñas ante el público. Autor favorito es una mujer”, pues esa sorpresa por el quehacer femenino en ese Festival Nacional de Teatro Aficionado, en que Aguirre estrenaba tres obras presentadas por las compañías que venían de todo Chile, sigue resonando en nosotras tantos años después.

    Recientemente, Maritza Farías, Lorena Saavedra y Patricia Artés han publicado Evidencias. Las otras dramaturgias, por editorial Oxímoron (2021), en el que hacen un trabajo de investigación y rescate de 12 obras escritas por mujeres en Chile, entre ellas una de la propia Aguirre, y en la que agregan una lista de 119 obras estrenadas y escritas por mujeres. Por si alguien dijo que eran pocas.

    Devia y González imaginan un país, uno con las mujeres en el teatro, y con el teatro se hacen cuerpos, cuerpos de mujeres que hacen teatro y que levantan imaginarios, posibilidades de ser y hacer, desde el diseño o la dirección, que luego espectadoras, críticas, teóricas, ensayistas, otras mujeres tomamos como punto de inicio para nuevos archivos que emancipan un territorio fijo, aislado y masculino. En este año de cuarentenas, de crisis, de incertidumbre ante una pandemia global, ansío ese teatro, el que se está moviendo y que nos está haciendo, como un acto de amor, como diría Aguirre.

    [1] Conversaciones con Isidora Aguirre (Santiago: Ediciones Frontera Sur, 2008), 72.

     


     

    Theatre is memory and resistance…a place where we express our views in front of the world and give meaning to our existence. (Apologies for the lateness and brevity. These have been strange months with a great deal of work.)

    -email from Paula González in response to Catalina Devia’s theatre

     

    If Catalina Devia puts an unraveling cloth map at the center of her theatre, Paula González responds with her own unraveling gloss. “Theatre makes Chile,” Devia offers as a provocation, and the email message in which González responds is strained by the pandemic, by the burden of work, by a life that continues without pause amidst uncertainty.

    The theatre is tired, and we, the people that live from and in it, are tired. If we cannot live without a vital theatre, and yet in spite of this, we are still alive, I wonder: Why does theatre exist at all?

    When asked of her chosen vocation by Andrea Jeftanovic in Conversations with Isadora Aguirre, the Chilean playwright Isidora Aguirre answered, “A theatrical representation is an act of love.”[1] In her diary entry from October 15, 1954, she adds, “I think that theatre sums up all the arts; all converge in it. It is life itself that is reproduced onstage.” The theatre has been no more than a ghost during the pandemic, but before, at the height of the protests, it left the auditorium and became an entity composed simply of bodies in the street. Yet even in this, theatre remains for us an act of love. As Devia says, in the theatre, one makes, unmakes, remakes, discovers, and becomes part of a shared organic and undefinable form, driven by forces that can only exist in presence.

    I read Devia and González as two women who work in theatre, who earn a living in theatre, who teach theatre, who lead lives based on theatre, but who also produce work that lets us exist outside this theatre, as an imagined nation. Returning to Aguirre, I think of the insistence upon making theatre even when not recognized. I link the work of Devia and González to that of Aguirre, when recalling that, in 1957, the magazine Ersilla published a piece titled: “10 New Companies Before the Public. Most Popular Writer is a Woman.” The surprise of seeing woman’s work featured in the National Festival of Amateur Theater, in which Aguirre premiered three plays performed by companies from all over Chile, continues to affect us women so many years later.

    Recently, Maritza Farías, Lorena Saavedra, and Patricia Artés published Evidences: The Other Dramaturgies, with the press Oxímoron, in which they save from obscurity and also analyze 12 plays written by women in Chile, including one by Aguirre herself. They also put together a list of 119 productions of plays written by women – just in case anyone says that there had not been many of them.

    Devia and González imagine a country, one with women working in theatre. Through theatre they create bodies–the bodies of women. These form a theatre that introduces imaginaries and possible ways of making and doing through design or direction; female spectators, critics, theorists, essayists, and other women use this to start new archives that emancipate a fixed, isolated, and masculine territory. In this year of quarantines, crisis, and uncertainty in the face of a global pandemic, I long for that theatre, one which moves us and makes us– like an act of love, as Aguirre would say.

    [1] Conversaciones con Isidora Aguirre (Santiago: Ediciones Frontera Sur, 2008), 72.

     


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  • VÓRTICE  

    Noche negra, dopada negra. 

    El letrero verde de neón en la azotea.

    Aire helado en las alturas.
    Hacia el abismo, cámaras de seguridad como pájaros ebrios.
    Objetos indescifrables, pantallas descompuestas, sangre, pelo, huesos. Una trampa al ojo.  
    Una danza de San Vito. 

    Un cuerpo humano en llamas que nadie mira. 

    La luz tediosa parpadea hacia afuera, parpadea hacia adentro. 

    *  

    La música del cello amplificado y los gritos de los que duermen en la calle ad libitum. 

    UNA VOZ/UN CORO/UN SPAM EN LA CABEZA:

    Demasiada comedia infiltrada, encubierta.
    Demasiado realismo forzado.
    Excesiva utopía oportuna. 

    La realidad ya no es lo que era, verdad?  
    Crees que subes y estás derrapando en la escena,  
    te estrellaste contra la cuarta pared y sigues sangrando como un/a idiota. 

    Sabes quién habla cuando movilizas tus labios?
    Sabes quién susurra el monólogo cuando estás solo/a en la noche escuchando los  helicópteros? La bilis se acumula en tus entrañas:
    Estás descendiendo en el agua negra,
    Mientras tu carne empieza a pudrirse en cámara lenta.
    Qué vas a hacer?
    Recibirás financiamiento de los millonarios corruptos para desplegar tu protesta imaginaria?
    Has comprado una camiseta alusiva a tu causa, un uniforme adecuado? Te pintaste la cara?
    Reparaste tus zapatos rotos de tanto marchar en la calle?
    El/La periodista policía sigue dándote instrucciones en medio del insomnio? Están hackeando tus pensamientos?
    Recibes actualizaciones en línea que afirman tu estado de ánimo como alfileres que clavan mariposas en el insectario?
    Tus amigos/as todavía te regalan un like?
    Eso te vuelve un/a ciudadano/a informado/a, no es cierto? 

    Y qué querías?
    Vas a hacer una obrita exitosa con el aceite de los muertos? Vomitarás un artículo académico? 

    Recuerda: 

    Estamos viviendo en un estado policial. 

    Y lo único que hay para poner bajo las luces es la carne que sangra, la carroña humana, los restos animales, la huesa. 

    Reflejar lo que pasa? 
    Volver a contar la misma historia?
    Que ellos cuenten eternamente sus monedas y prebendas. 

    Enciende un cigarrillo en la madrugada y sueña una escena nueva, una digresión, un fragmento: Una revuelta en todas partes y contra todo. 

    Hasta que la realidad misma quede deshecha. 

    Sólo entonces un teatro nuevo podrá ser imaginado cuando se hagan pedazos lo real y su reflejo.

     


     

    VORTEX

    Black night, doped up black. 

    The green neon sign on the rooftop.  

    Frozen air on high.
    Near the abyss, security cameras like drunken birds.
    Indecipherable objects, disassembled screens, blood, hair, bones. An optical illusion.
    A dance of Saint Vitus.

    A human body in flames that no one sees.

    A light blinks monotonously from outside, blinks from inside.

    *

    Amplified cello music and the screams of those who sleep in the streets ad libitum. 

    A VOICE/A CHORUS/WHITE NOISE IN THE HEAD:  

    Too much comedy that sneaks/slips in, concealed.
    Too much forced realism.
    Excessively opportunistic utopia.

    Reality isn’t what it used to be, right?
    You think you’re going up, but you’re skidding, on the stage,
    You slam yourself against the fourth wall and you keep bleeding like an idiot.

    Do you know who speaks when you move your lips?
    Do you know who whispers the monologue when you are alone in the night listening to helicopters?
    The bile that accumulates in your guts–
    You are descending in black water,
    While your flesh starts to rot in slow motion.
    What are you going to do?
    Will you accept financing from corrupt millionaires to deploy your imaginary protest?
    Have you bought yourself a shirt advertising your cause, an adequate uniform? Do you paint your face?
    Did you repair your shoes, broken from so much marching in the street?
    Does the police journalist continue to give you instructions in the midst of insomnia? Are they hacking your thoughts?
    Do you receive online updates that affirm your state of mind like needles that pierce butterflies in the insectarium?
    Do your friends still give you a “like”?
    That makes you an informed citizen, right?

    And what did you want?
    Are you going to create a little successful play with the anointments of the dead?
    Will you vomit up an academic article?

    Remember:

    We are living in a police state.

    And all that remains to put under the lights is flesh that bleeds, human carrion, animal remains, the grave.

    Reflect on what happens?
    Continue to tell that same story?
    Let them eternally count their money and perks.

    Light a cigarette in the early morning and dream of a new scene, a digression, a fragment: a riot everywhere and against everything.

    Until reality itself is undone.

    Only then can a new theatre be imagined. When the real and its reflection are shattered.

     


    About the Author

    EL ECO DE LA CALLE BUSCANDO A LA GENTE / UNA LACRIMÓGENA USADA /
    UN ESCENARIO VACÍO

    ¿Dónde se fueron todos?
    ¿Aló? ¿Aló?
    Daría lo que fuera por un spam en la cabeza
    Daría lo que fuera por sentir que los ojos
    De la gente
    Lloran por mí

    Como si les hubiera dado una escena emocionante
    Como si se estuvieran cagando de la risa

    ¿Aló? ¿Aló?
    Antes gritaba
    Y mis gritos se transformaban en voces
    Decenas de voces
    Miles de voces
    Que se metían en las calles repletas
    Y en los recuerdos
    Y en los sueños improbables
    de la genteAntes volaba por los aires
    Haciendo una parábola
    si me lanzaban de acuerdo a un protocolo
    O de frente                  de un modo asesino
    si me lanzaban como un arma arrojadiza
    y no
    como un elemento disuasivo de las fuerzas opresorasPero ahora no hay nadie
    Nadie
    Las calles están vacías
    Los pañuelos son mascarillas¿Y el escenario?
    (La calle era nuestro escenario)
    (El escenario era nuestra calle)
    (El murmullo de los espectadores pelando una obra —por mala—
    —o por buena—
    Era nuestra voz que se transformó en protagonista–
    Hasta antes del encierro.)El eco de las voces nos siguen diciendo:QUE LA REALIDAD YA NO ES LO QUE ERA.
    QUE VIVIMOS EN UN ESTADO POLICIAL.
    El escenario, la calle, son un espejo que no refleja.
    Hoy,el escenario del eterno presente, somos mascarillas que buscan subsistencia.

    ¿Quién piensa qué chucha es el teatro?

    (Muy despacito, se escucha una infinidad de murmullos:
    nosotros, nosotros, nosotros, nosotros.)

    Conectamos las cámaras.
    (No traspasamos la pantalla.)
    Todo es un gesto inútil.
    (¿Todo es un gesto inútil?)

    Robaría a mano armada las guardias de las grandes capitales
    Antes y después de condenarlas a la guillotina

    La lacrimógena usada ya no hace llorar —ni reír— a nadie

    Se lanza contra el espejo

    Me interesa mucho esto

    (Me gustó la idea
    Adhiero
    Me armo para hacerla posible)

    Que ya no exista lo real y su reflejo

     


    THE ECHO FROM THE STREET WHILE LOOKING FOR PEOPLE/A USED TEAR GAS GRENADE/EMPTY STAGE

     

    Where did everyone go?
    Hello? Hello?
    I’d give anything for a little white noise in the head
    I’d give anything to feel the eyes
    Of people
    Crying for me

    As if they’d been shown an emotional scene
    As if they were dying of laughter

    Hello? Hello?
    I shouted before
    And my shouts transformed themselves into voices
    Tens of voices
    Thousands of voices
    That inserted themselves in the replete streets
    And in the memories
    And in the improbable dreams
    of the people

    Before I flew through the air
    Describing a parabola
    if they launched me according to protocol
    Or without hesitation                  in assassin mode
    if they launched me like a hurled weapon
    and not like a deterrent 
    used by the oppressive forces
    But there’s no one now
    No one
    The streets are empty
    The handkerchiefs are little masks
    And the stage?
    (The street was our stage)
    (The stage was our street)
    (The murmur of the spectators excoriating a play—for bad—
    —or for good—
    Was our voice and it became the protagonist—
    Up until the lockdown)
    The voice’s echo keeps telling us :
    THAT REALITY NO LONGER IS WHAT IT WAS.
    THAT WE LIVE IN A POLICE STATE.
    The stage, the street, is an unreflective mirror.
    Today, the stage of the eternal present, we are masks looking for subsistence.

    Who thinks what the fuck is the theatre?

    (Very slowly, infinite murmurs are heard:
    We, we, we, we.)

    We connect the cameras.
    (We don’t pierce the screen.)

    It is all a useless gesture.
    (Is it all a useless gesture?)

    I would rob the guards of the great capitals at gunpoint
    Before and after condemning them to the guillotine

    The used tear gas grenade no longer makes anyone cry—or laugh

    It is thrown against the mirror

    I’m very interested in this:

    (I like the idea
    Adhere to it
    Arm myself to make it possible)

    Reality and its reflection no longer exist


    About the Author
  • Y si no hubiera más límite que la imaginación quisiera creer que el arte en este territorio, fundado en la masacre, el genocidio, la tortura y en una constante impunidad, movilizó a miles de ciudadanos y ciudadanas que salieron a las calles luego de la revuelta de Octubre de 2019 a exigir respeto, justicia social y dignidad para el pueblo chileno y para las legítimas demandas de los pueblos originarios. Quisiera creer que permeó las diversas expresiones  que vimos expresadas en las calles de un país que simulaba ser el modelo perfecto de desarrollo económico neoliberal en Latinoamérica. Quisiera creer  que quienes fueron testigos de la obra ÑUKE (2016) estuvieron alzando la wenufoye en las calles.[1] Y que todos y todas las que espectaron TREWA (2019) escribieron en algún muro de la ciudad su nombre.[2] Y si no hubiera más límite que la imaginación quisiera creer que con nuestro trabajo aportamos a un proceso de reconocimiento de nuestra identidad champurria y morenizada y a que la sabiduría ancestral se expandiera por todas las áreas del conocimiento.

    Y si no hubiese más límite que la imaginación, a pesar de vivir hoy en un Estado de Vigilancia y en la inmanencia de la muerte instalada por una pandemia mundial desearía que el arte fuese un imprescindible en cada hogar y en cada familia, sin importar su raza, color, etnia o clase social. Y si no hubiera más límite que la imaginación, desearía que el encierro de algunos siga siendo el escenario perfecto para que las aves sigan sintiéndose libres en el wenu mapu (“la tierra arriba”) y que los seres humanos volvamos a recuperar la humanidad y el sentido invisible de nuestra existencia.

     

     

    [1] Dirigí Ñuke en una ruka (casa tradicional de los mapuche) instalada en el centro de la ciudad. Situaba en la escena la compleja situación de violencia que viven a diario las comunidades mapuche en el sur de Chile. Un wenuofye es una bandera realizada en los años `90, como símbolo de resistencia de la lucha mapuche.

    [2] Dirigí Trewa, una  que situaba la búsqueda de verdad y justicia ante el asesinato de Macarena Valdés por defender el agua en el sur de Chile.

     

    And if there were no greater limit than the imagination, I’d like to believe that art in this territory, which was founded on massacre, genocide, torture, and on constant impunity, in some sense mobilized the thousands of citizens who took to the streets after the 2019 October uprising. It mobilized them to demand respect, social justice, and dignity for the Chilean people and for the legitimate demands of its original peoples. I’d like to believe that art permeated the diverse expressions that we saw  in the streets of a country that pretended to be the perfect model of neoliberal economic development in Latin America. I’d like to believe that all those audience members who were witness to ÑUKE (2016) were raising the wenufoye in the streets.[1] And that all those who saw TREWA (2019) wrote their names on some wall of the city.[2] And if there were no greater limit than the imagination, I’d like to believe that with our work we’re contributing to a process of recognition of our mixed, brown identity and to the expansion of ancestral wisdom into all areas of knowledge.

    And if there were no greater limit than the imagination — despite living today under a surveillance state and confronting the death intrinsic to a global pandemic — I would want art to be a necessity in each household and in each family, no matter its race, color, ethnicity, or social class. And if there were no greater limit than the imagination, I would want the enclosure of some to continue being the perfect stage, so that birds could continue feeling free in the wenu mapu (“The land above”) and that we humans could once again recover both our humanity and the invisible feeling of our existence.

     

    [1] I directed ÑUKE inside a ruka (traditional Mapuche house) that was installed in the center of the city. The performance staged the complex violence that Mapuche communities face on a daily basis in southern Chile. A wenufoye is a flag made during the 1990s as a symbol of resistance in the Mapuche struggle.

    [2] I directed TREWA about the search for truth and justice in response to the assassination of Macarena Valdés, who was killed for protecting the water in southern Chile.


    About the Author

    ¿Y si no hubiera más límite que la imaginación?

    El teatro nos permite poner en escena lo que somos y sufrimos y también imaginar el país que queremos. Ampliar el arco de nuestra imaginación, aflojar los contornos, desplazar los límites, cuestionar y cambiar lo que está establecido.

    Replantear nuestros imaginarios colectivos  posibilita esperar siempre más y no claudicar.

    La representación puede hacer aparecer a lxs Otrxs, visibilizar un protagonista, darle el centro del escenario a quien siempre estuvo en la periferia. Puede contentarse con perpetuar las imágenes establecidas o emancipar la mirada. La representación puede retorcerse sobre sí misma hasta cerrarse o multiplicarse intentando dar cuenta de sus grietas.

    Reflejar lo que está más allá de lo imaginable puede ser una tarea dolorosa, pero pionera y necesaria. ¿Cómo llevar al Otrx a imaginar aquello que nunca ha visto directamente? ¿Cómo representar el dolor, la violencia, la opresión y el miedo del pueblo mapuche? ¿Cómo poner en escena aquello que está oculto tras los silencios, miradas y gestos, aquello que evita ser dicho, pero está latiendo entre los cuerpos? ¿El grito mudo, el desgarro interno de un territorio invisibilizado?

    El poder de la representación no es solo permitir visualizar mundos posibles, sino crear las condiciones para que estos  sucedan. En octubre 2019, aquello que solo unxs pocxs eran capaces de imaginar se volvió una visión colectiva.  Se imaginó un país donde la posibilidad de vivir dignamente no solo fuera el privilegio de unos pocos, donde el abuso no estuviera tan inserto en el sistema hasta hacerse invisible.  Y el grito se hizo carne en el colectivo.  La imaginación nos movilizó hasta que ya no hubo silencio, ni sumisión, ni miedo, hasta que ya no se pudo callar.

    Hasta que lo real exigió no ser menos que la imaginación.

     

     


     

     

    And if there were no limit to the imagination?

    Theatre permits us to stage who we are and what we suffer and also to imagine the country that we want. To amplify the arc of our imagination, to loosen the contours, to displace the limits, to question and to change what is established.

    To reconsider our collective imaginaries makes it possible for us to always hope for more and not give up.

    Representation can make the Others[1] appear, draw attention to a protagonist by putting at center stage one who had been on the periphery. One can content oneself with perpetuating established images or emancipate the gaze. Representation can turn in on itself until one has closed oneself off or multiplied oneself intending to count all of one’s crevices.

    To reflect what is further than the imaginable can be a painful task, but pioneering and necessary. How do you make the Other imagine that which they have never directly seen? How can you represent the pain, violence, oppression, and fear of the Mapuche people? How can you put on stage that which is hidden behind silences, looks, and gestures, that which avoids being spoken but is beating inside our bodies? The mute scream, the internal anguish of a territory made invisible?

    The power of representation is not only to allow us to visualize possible worlds, but to create the conditions for them to happen. In October 2019, that which only a few were capable of imagining, became a collective vision. A country was imagined where the possibility of living a dignified life was not only for the privileged few, where abuse was not so embedded in the system that it had become invisible. And the scream became flesh in the collective. The imagination mobilized us until there was no longer silence, nor submission, nor fear, until one could no longer keep quiet.

    Until the real demanded to be no less than the imagination.

     

     

    [1] Translator’s note: In the Spanish original, Duarte uses the “x,” an orthography employed to degender Spanish words. 


    About the Author
  • Un teatro elegante, que podría ser el Odeón de París con sus butacas rojas, o podría ser el teatro Municipal de Santiago, o cualquier otro teatro que encarne un valor cultural, ese valor cultural que el teatro fue ganando durante tantos años.

    Una función acaba de terminar. La gente sale y comenta, algunos aún aplauden, otros se ponen sus abrigos y sus guantes…  La sala está iluminada y el escenario vacío.

    De a poco y muy lentamente, comienza una música incidental que evoca todas las tristezas. Al fondo del escenario aparece una mujer abatida, de edad indefinida como las grandes actrices, cuerpo ágil y delgado, rostro marcado por grandes arrugas de expresión. Es tanta la luz de su presencia que el movimiento del público se detiene y algunos van volviendo a sus asientos. Algunos van sacándose guantes y sombreros.  Vuelve el silencio.

    La mujer avanza lentamente en diagonal. A su paso, el escenario se va iluminando. Está vestida con retazos de muchas ropas, lleva pantalones y sobre estos, faldas; trapos más que vestidos, guiñapos, pedazos de tela que arrastra mientras camina.

    La mujer avanza con la cabeza baja y mirando de reojo como si huyera de la luz en un gesto de timidez o rencor, un mirar huraño y resentido, una forma muda del desprecio.

    Se detiene, toma su lugar y respira. Vengo, dice con voz clara y definitiva, vengo desde otros tiempos a presentar la causa de mi gente. Trae, dice, los lamentos de Clitemnestra muerta por los brazos de su propio hijo. Carga, dice, los gritos de Casandra y sus palabras incomprendidas. Lleva en el corazón la inocencia de Ifigenia y el amor por su padre.  Conoce, dice, el dolor de la agonía de Yocasta, la pasión de Antígona, la indiferencia de Ismene. Escucha el lamento de las vencidas, reconoce las palabras de la derrota.

    Arrastra, dice, el silencio de Ofelia, la locura de lady Macbeth y su horrible arrepentimientoEscucha, dice, las terribles palabras que desataron los conflictos

    La mujer respira. Separa las piernas, toma aire. Continúa con sus quejas, invocando la vida de las grandes del teatro.

    Renuncia, dice, vengo a presentar mi renuncia. Y ríe. Renuncio, dice con voz de trueno, renuncio a la escena de todos los conflictos. Dejo en este momento y para siempre este escenario del dolor, de la muerte y de la agonía. Dejo los personajes que aquellos diseñaron para mí. Dejo el sufrimiento que la ley del padre me ha infringido y con una rabia sagrada construyo mi soberanía.

    Se instala el silencio que antecede las grandes catástrofes y luego se escucha un trueno como mandado por el mismo Zeus. Algunos se asustan y ríen nerviosos. La lámpara de lágrimas tintinea y pierde equilibrio.

    Es el fin, dice ella. Es el fin del teatro de las pasiones y ahora empieza la poesía.

    Una enorme puerta de metal se abre al fondo del escenario. Es la puerta que se usa para entrar las grandes escenografías.

    Se acabó, dice ella. Se acabó el orgullo y el amor propio. Se acabó la acción trenzada de objetivos. Se acabó el equilibrio precario entre las fuerzas. Se acabó la negociación y la derrota.

    El viento se levanta y entra en remolino hacia la sala. Se enreda entre las ropas de la mujer y la hacen trastabillar. Algunas ropas ceden y la mujer queda más ligera. Ella ríe al girar impulsada por el viento.

    Ahora voy a vivir, dice. Voy a vivir y respirar cada día y cada noche, sin prisa y sin nada que hacer más que sentir el sol o la lluvia en mi rostro tranquilo.

    Este será mi teatro: observar las partículas de polvo que se levantan cuando un rayo de sol ilumina el pequeño sillón donde estoy sentada.

     

     


     

    An elegant theatre, which could be the Odeón in Paris with its red seats, or the Municipal Theater in Santiago (Chile), or whichever other theatre embodies cultural value, that cultural value that the theatre has been accumulating for so many years.

    A performance has just ended. The people exit and discuss, some still applaud, others put on their coats and gloves. The theatre is lit and the stage is bare.

    Slowly, bit by bit, incidental music starts that evokes all sorts of sadness. Upstage a despondent woman appears, of indeterminate age like the grand actresses, trim and agile body, face marked by deep, expressive wrinkles. Her presence is so strong that the audience stops moving and some return to their seats. Some start taking off their gloves and hats. Silence falls again.

    The woman advances slowly on a diagonal. With each step, the stage illuminates. She is dressed in many pieces of clothing: she wears pants with skirts on top–rags more than dresses, remnants, pieces of fabric that drag as she walks.

    The woman advances with bowed head, looking out of the corner of her eye as if she were fleeing the light in a gesture. perhaps of timidity, perhaps of rancor, a sullen and resentful look, a speechless form of disdain.

    She stops, takes her place and breathes. I come, she says with a clear and definitive voice, I come from another time to present the cause of my people. I bring, she says, Clytemnestra’s laments, killed at the hands of her own son. I carry, she says, Cassandra’s screams and her incomprehensible words. In my heart, I carry Iphigenia’s innocence and her love for her father. I know, she says, Jocasta’s painful agony, Antigone’s passion, Ismene’s indifference. I listen to the lament of the vanquished, I recognize the words of defeat.

    I drag along Ophelia’s silence, Lady Macbeth’s madness and her horrible repentance. I listen, she says, to terrible words that unleash conflict.

    The woman breathes. She separates her legs, takes in air. She continues with her complaints, invoking the great women of theatre.

    I renounce, she says, I come to present my renunciation. And she laughs. I renounce, she says with a thunderous voice, I renounce the scene of all conflicts. At this moment and forever, I leave this stage of pain, death, and agony. I leave the characters that those ones designed for me. I leave the oppression of patriarchy and with a sacred rage, I construct my sovereignty.

    A silence falls like those that precede great catastrophes, then  thunder is heard as if sent from Zeus himself. Some are scared and laugh nervously. The chandelier  tinkles as it shakes.

    It is the end, she says. It is the end of the theatre of passion and now begins the poetry.

    And enormous metal door opens upstage. It is the door  used to load in large scenery.

    It is over, she says. Pride and self-love are over. Action woven through with objectives is over. Precarious equilibrium between forces is over. Negotiation and defeat are over.

    A breeze picks up and then a whirlwind enters the room. It gets tangled up in the woman’s clothes and makes her stumble. Some clothes fall off and the woman is left much lighter. She laughs as the wind impulsively twirls her around.

    Now I am going to live, she says. I am going to live and breathe each day and each night, without hurry and without anything to do, nothing apart from feeling the sun and rain on my tranquil face.

    This will be my theatre: to observe the particles of dust that arise when a ray of sunlight falls upon the small armchair where I sit.

     

     

     


    About the Author
    PARTITURA IMAGINARIA

    para mujer sola y máquina de viento

     
    I
    con los ojos tachados
    infinitamente lento
    Respira profundamente
    Hasta que el teatro desaparezca

    II
    ostinato
    Cuando la escena se desvanezca
    No pienses NADA
    Espera hasta que el vacío esté absolutamente inmóvil dentro de ti
    Cuando hayas alcanzado este estado
    Escucha el sonido de la sangre que late en tu interior
    Tan pronto notes que empiezas a pensar, detente
    Hasta volver a sumergirte en la melodía del no-pensamiento
    Recuerda:
    La música es la carne que respira
    Mantén ese sonido de las arterias hasta
    Que sientas que debes detenerte

     
    III
    Máquina de viento
    subito
    No abras los ojos
    Visualiza en tu mente una frase sin decirla:
    El Teatro es lo mismo que la Poesía
    Repítelo hasta que las palabras se peguen a tus entrañas
    Entonces, solo entonces, despréndete de tus pieles infinitas
    Deja que Ofelia derrape por tus muslos
    Que el insomnio de Lady Macbeth se escurra por tus manos como una resina
    Y el lazo de Yocasta se desprenda de tu cuello

    ABANDONA

     
    IV
    crescendo
    Invéntate un cuerpo nuevo
    Uno real
    Uno propio
    No un ser de papel
    Sostenlo en tu imaginación
    Hasta que se materialice
    Siente sus contornos
    Palpa las caderas
    Abrázalo
    Comienza a moverte lentamente
    Como si estuvieras naciendo
    Entra en la danza

    Auto-créate

     
    V
    ad libitum
    Abre tus ojos
    Emite un sonido desde el susurro
    hasta el aullido y, finalmente, el silencio
    Mírate
    Atisba el horizonte
    Escucha el viento desquiciado
    Es hora de partir por los caminos
    Estás en el teatro verdadero

     


    IMAGINARY SCORE
    for a lone woman and a wind machine

     
    I
    with crossed eyes
    infinitely slowly
    Breathe deeply
    Until the theatre disappears

     
    II
    ostinato
    When the stage fades
    Don’t think about ANYTHING
    Wait until the emptiness is absolutely immobile inside of you
    When you have reached this state
    Listen to the sound of the blood that beats within you
    As soon as you note that you are starting to think, stop
    Until you start to submerge yourself into the melody of no-thought
    Remember:

    Music is the flesh that breathes

    Stay with that sound of the arteries until
    You feel you must stop

     
    III
    wind machine
    subito
    Don’t open your eyes
    Visualize a sentence in your mind without saying it:
    Theatre is the same as Poetry
    Repeat it until the words stick to your insides
    Then, only then, detach yourself from your infinite skin
    Let Ophelia slide off your muscles
    Let the insomnia of Lady Macbeth drip from your hands
    And the yoke of Jocasta drop from your neck

    ABANDON

     
    IV
    crescendo
    Invent a new body for yourself
    A real one
    Your own one
    Not a paper doll
    Hold it in your imagination
    Until it materializes
    Feel its contours
    Feel its hips
    Embrace it
    Begin to move slowly
    As if you were being born
    Begin the dance

    Self-create

     
    V
    ad libitum
    Open your eyes
    Make a sound from a whisper
    To a howl, finally, silence
    Look
    Observe the horizon
    Listen to the crazy wind
    It is time to get on the road
    You are in the true theatre

    About the Author
  • ENTRAN MILES DE MARIPOSAS BLANCAS Y LO CUBREN TODO.
    DURANTE UNOS MINUTOS, SÓLO SE ESCUCHA EL BATIR DE LAS ALAS.
    (The Day was Truly Chilean, Andrés Kalawski, 2010)

    ¿Qué ve la espectadora cuando no ve nada?

    ¿Qué ve la espectadora cuando ve
    lo
    absoluto?

    Años, muchos años atrás, décadas, un niño, pequeño, sin habla, radiante, con chapes y pintarrajeado con lápiz labial y sombra de ojos celeste: una muñeca, una niña feliz. Y yo, espectadora a la que se ofrece esta identidad más contundente que la supuesta realidad que intenta borrar.

    Una performance cotidiana y mínima. La distancia entre quien se da a ver y, yo, que veo, se diluye. Para el niño, la escena es gozosa; para mí, resulta algo obscena, porque no hay actor con conciencia de construir su alteridad. Miro, como mira la voyerista a través de un agujerito, sólo que no hay pared que nos separe y la intensidad de la representación me arrastra al centro de esa fantasía vital. La realidad queda más allá.

    ¿Y si el teatro atravesará a la espectadora como un chiflón? ¿Si la engullera?

    Estar dentro. Rodeada por una ciudad invisible. Escoja su ciudad favorita; la mía es Zenobia. Sumérjase en ella, recórrala, encuentre su gente, los monstruos ocultos, converse con ellos, obsérvelos en su cotidianeidad de papel. Conviértase en uno de ellos.

    Sentir el paso del tiempo como una brisa suave. Envejecer en segundos. Presenciar la historia de la humanidad en algunos minutos. O la catástrofe de un imperio. O la ruina de un individuo. O la irrupción contundente de la anagnórisis. O sentir el microscópico desarrollo progresivo del llanto, de la pena, del dolor.

    Una espectadora en el escenario, sometida al influjo del entorno; la química corporal alterada por la maceración del tiempo, por el influjo del espacio, por la presencia de otros cuerpos.

    Y si, al final, ¿la espectadora se transforma en mariposa?


    THOUSANDS OF WHITE BUTTERFLIES ARRIVE AND COVER EVERYTHING.
    FOR A FEW MINUTES ALL YOU CAN HEAR IS THE BEATING OF THEIR WINGS.
    (The Day Was Truly Chilean, Andrés Kalawski, 2010.)

    What does the spectator see when she sees nothing?

    What does the spectator see when she sees
    the
    absolute?

    Years and years ago, a boy, little, not yet speaking, radiant, with braids, painted lips, and sky-blue eye shadow: a doll, a happy little girl. And I, the spectator, was offered this identity more convincing than the supposed reality it sought to erase.

    An everyday and minimal performance. The distance between this presentation of self and me– the one who sees– is diluted. For the boy, the scene is enjoyable; for me, it is something obscene, because I see no actor consciously constructing his otherness. I watch, as a voyeur watches through a little hole – only there is no wall that separates us, and the intensity of the performance pulls me toward the center of this lively fantasy. Reality lies elsewhere.

    And if the theatre goes through the spectator like a draught of air? If it devours her?

    To be inside. Surrounded by an invisible city. Choose your favorite one; mine is Zenobia. Submerge yourself in it, run through it, meet its people, its hidden monsters, converse with them, observe them in their daily lives. Turn into one of them.

    To feel the passage of time like a gentle breeze. To age in seconds. To be present for humanity’s history in just a few minutes. Or an empire’s catastrophe. Or an individual’s ruin. Or the overwhelming irruption of anagnorisis. Or to feel the progressive microscopic development of a sob, of sorrow, of sadness.

    A spectator on the stage, submitting herself to the environment’s influence; corporeal chemistry altered by the maceration of time, by the influence of space, by the presence of other bodies.

    And if, at the end, the spectator transforms into a butterfly?


    About the Author

    Las preguntas, las mariposas y la espectadora

    ¿Qué ve la espectadora cuando no ve nada?, ¿Qué ve la espectadora cuando ve lo absoluto?, ¿Y si el teatro atravesara a la espectadora como un chiflón?, Y si, al final, ¿la espectadora se transforma en mariposa?

    1.  Qué ha de ser aquello que la espectadora vea cuando nada vea. La imposibilidad de la representación y su convocatoria irrenunciable comportan, además, la condición imaginaria. La imposibilidad habilita y es precondición de la imaginación. La acción de representación como acto, principalmente imaginario, nos permite tocar el imposible. Lo sabe la espectadora.
    2. La representación cuenta tanto con el más allá, como con el más acá de la medida de distancia justa. La imposibilidad y, por tanto, carácter imaginario de las miles de mariposas, no es suficiente para afirmar la representación, es preciso que el teatro atraviese a la espectadora como un chiflón o, en su defecto, que exista al menos la potencia de que aquello ocurra. Que la atraviese el edificio, la disciplina, la tradición, que la atraviesen todas las disputas históricas sobre lo que es y lo que no es teatro. La espectadora no cuenta sólo con miles de mariposas volando, cuenta además con ese atravesamiento.
    3. Nada. No hay absoluto visible ni tremendo representable y, a pesar de todo, lo Real. La espacialización de la pregunta en la página podría leerse como vacilación, intermitencia, alternancia, énfasis, no sé. Es que lo absoluto que se revela o se nombra no va nunca sin titubeos. Lo Real (Lacan), que no es ni el nóumeno (Kant), ni solo pedazo de carne sin lenguaje, se apunta con un dedo también titubeante que no logra nunca marcar una dirección estable. Nada, la espectadora no ve nada, pero sólo ahora puede latir con fuerza la cosa, el punctum (Barthes), el absoluto innombrable del ser arrojado allí, a su angustia de espectadora.
    4. La imposibilidad de devenir mariposa cierra el desfile de imágenes, haciéndonos recordar que el acto de representación no es sino un imposible al que no podemos renunciar. Habilitar esa reflexión implicaría hoy sobre todo una pregunta por la recepción. La espectadora, que tiene tantas opciones como cualquiera de transformarse en mariposa, es sobre quien recae la pregunta.

    La distancia entre quien se da a ver y yo, que veo, tiene algo de obscena. Obscena sin duda. Porque la distancia justa es obscena por el marco y la perspectiva de todas las circunstancias dadas. La distancia superada por acercamiento es obscena por el sudor y la temperatura corporal de la crueldad. Y, la distancia superada por alejamiento, es obscena por redundancia, por exceso de historia, de libro y de horror.

    La espectadora nos permite preguntar.

     

     


     

     

    Questions, butterflies, and the spectator

    What does the spectator see when she sees nothing? What does the spectator see when she sees the absolute? And if the theatre goes through the spectator like a draught of air?  And if, in the end, the spectator transforms into a butterfly?

    1.  What could it be that the spectator sees when she sees nothing? The impossibility of representation and its evocation carries with it, additionally, the imaginary condition.  Impossibility enables and is the precondition for imagination. The action of representation as an act of performance, mainly imaginary, allows us to touch the impossible. The spectator knows it.
    2. A staging has available the afterlife as much as the life of the right degree of exact distance. The impossible, and therefore imaginary, nature of thousands of butterflies appearing on stage necessitates that the theatre penetrate the spectator like a draught of air or, if not, that there at least be the potential for such a thing to happen. The potential that it penetrate the building, the discipline, the tradition, that it penetrate all the historical debates over what is and is not theatre. The spectator doesn’t only have thousands of butterflies flying; she also has this penetration, whether she knows it or not.
    3. Nothing. There’s no visible absolute or tremendous that can be staged, and despite everything, there’s the Real. The question’s position on the page could be read as vacillation, intermittence, alternation, emphasis–I don’t know. Because the absolute that reveals or names itself never goes without hesitation. The Real (Lacan), that is not the noumenon (Kant) nor just a piece of flesh without language–points with  a finger that also hesitates, that never succeeds in signaling a stable direction. Nothing, the spectator sees nothing, but only now can she forcefully beat the thing, the punctum (Barthes) the unnamable absolute of being thrown there, to her anguish as the spectator.
    4. The impossibility of becoming a butterfly closes the parade of images, reminding us that it is impossible to renounce the act of representation. Granting this reflection would entail, today above all, the matter of reception. The question falls back upon the spectator, who has so  many options,  including transforming herself into a butterfly.

    The distance between the presentation of one who gives himself to be seen and, me, the one who sees, is somehow tainted by the obscene. Undoubtedly obscene. Because the correct distance is obscene; because of the context and the perspective of all the given circumstances. The distance narrowed by getting closer is obscene because of the sweat and the corporeal temperature of cruelty. And the distance surpassed by moving away, is obscene with redundancy, with an excess of history, of books, and of horror.

    The spectator allows us to question.

     

     


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  •                                                                                                                         Septiembre 2020

    Miro fascinado el video realizado por Ramón Griffero. Es un documental de la revolución que empezó en Chile el 18 de octubre de 2019. Reconozco las calles y los rayados de las paredes. El ruido. Hace calor y la gente está enmascarada. Eso pasó hace menos de un año pero parece historia antigua. Ahora no se puede protestar y las máscaras las usamos para detener al virus.

    Me gusta recordar esa sinfonía del desacato, ese amanecer colectivo. Prefiero eso a recordar los cuerpos heridos, sin ojos, que llenaban las salas de emergencias de los hospitales. Pero eso no se puede olvidar.

    En estos días he soñado con volver a la normalidad de la revolución, no a la normalidad de antes. Antes de la revolución había una inercia, una crueldad permanente, aplastante. La represión de la  revolución fue todavía más cruel, pero por lo menos estábamos en la calle.

    Hay gente que no quiere llamarla revolución. Prefieren decir que fue un estallido social, una revuelta. Yo prefiero revolución. Tiene más peso. Más fuerza. Además todavía no ha terminado. No sabemos si va a ser el nacimiento de una nueva sociedad, o lo mismo de siempre: otro día gris junto a Los Andes, otro día de muertos flotando en el agua. Sea como sea, lo mejor es arriesgarlo todo.

    Por eso también miro intrigado el video. No sé si veo una historia feliz. Hay caras felices, pero esa gente todavía no sabía nada de la plaga. No sabía que los mismos policías que les disparaban a matar, semanas después iban a ser los encargados de vigilar las calles vacías para salvarnos la vida. El virus ha justificado un nuevo estado policial. El virus salvó a la policía. EL VIRUS SALVÓ A LA POLICÍA.

    Me gusta ver esa felicidad ingenua de la protesta. Pero esa ingenuidad no va a ser suficiente ahora. Vamos a necesitar un poco más de desencanto y amargura. Vamos a necesitar un nuevo teatro. Lo que aprendimos de este proceso va a tener que ser pensado sobre nuestros escenarios. A veces el teatro necesita butacas y cuatro paredes. Cuando volvamos vamos a necesitar un nuevo teatro,   aunque esta espera es eterna.

    Supongo que muy pronto vamos a volver a sentir la euforia de marchar, pero no va a ser como antes. Va a ser una segunda oportunidad. Un regreso. Ahora vamos a estar más separados. No nos vamos a saludar de beso. Pero sí vamos a volver.

    Seguramente vamos a tener que ver este documental para recordar cómo éramos, cómo empezamos la revolución. Reconocer esa felicidad antigua nos va a servir, pero la victoria final va a requerir cierto rigor, cierta determinación. Creo que esa es la conciencia de la vida. El reencuentro de la tribu atomizada que finalmente se une y convierte el carnaval en un arma para desenmascarar la ficción de su época.

     


     

    September 2020

    Fascinated, I watch the video made by Ramón Griffero. It’s a documentary of the revolution that began in Chile on October 18th, 2019. I recognize the streets and the drawings on the walls. The noise. It’s hot and people are masked. This happened less than a year ago but it seems like ancient history. Now we aren’t allowed to protest and we use masks to stop the virus.

    I like to remember that symphony of discontent, that collective awakening. I prefer that to remembering the wounded bodies, without eyes, that filled the emergency rooms of hospitals. But it’s impossible to forget them.

    These days, I’ve been dreaming of returning to the normalcy of the revolution, not the normalcy of before. Before the revolution, there was inertia, a permanent and crushing cruelty. The repression of the revolution was crueler still, but at least we were out in the street.

    There are people who don’t want to call it revolution. They prefer to say that it was a social explosion, a riot. I prefer revolution. It has more weight. More strength. Moreover, it’s still not over. We don’t know if there will be the birth of a new society, or if it will be the same as always: another gray day next to the Andes, another day of dead bodies floating in the water. Whatever happens, the best thing to do is to risk everything.

    That’s also why I watch the video with intrigue. I don’t know if I see a happy story. There are happy faces, but those people didn’t yet knew anything of the plague. They didn’t know that the same police officers shooting to kill them would, weeks later, be responsible for patrolling empty streets to save our lives. The virus has justified a new police state. The virus saved the police. THE VIRUS SAVED THE POLICE.

    I like to see that naive happiness of the protest. But that naivete is not going to be enough now. We are going to need a little more disillusionment and bitterness. We are going to need a new theater. What we learn from this process will have to be considered on our stages. Sometimes the theater needs wings and four walls. When we return we’re going to need a new theater, although that hunt is eternal.

    I suppose that very soon we’ll once again feel the euphoria of marching, but it won’t be like before. It’s going to be a second opportunity. A return. Now we’re going to be more separated. We won’t say hello with a kiss. But we’ll return.

    Surely we’ll have to watch this documentary to remember how we were, how we started the revolution. Recognizing that former happiness will serve us, but the final victory will require a certain rigor, certain determination. I think that that’s the consciousness of life. The reunion of an atomized tribe that finally unites and turns the carnival into a weapon to unveil the fiction of its era.

     


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  •  

    Un escalofrío frío me recorre la espalda, tengo miedo (nunca he sentido miedo en el teatro, he sentido un miedo hipotético, nunca un miedo real). Para acceder a la sala, hay que pasar un túnel estrecho que desciende hacia una bóveda de tierra, la luz es opaca. Avanzo con todos mis sentidos alerta, solo escucho el ruido de mis pasos en la tierra mojada, un olor pastoso penetra mi nariz, no logro percibir el final del túnel, mis ojos aún no se acostumbran a la falta de luz. Me dijeron que tenía que venir abrigada, el vaho comienza a salir de boca y me hundo en el cuello del abrigo. Al fin veo una claridad: la bóveda es pequeña y somos apenas unas quince personas. Todos parecen expectantes y cautelosos, igual que yo.

    Una mujer está sentada con los brazos en el regazo y los ojos apenas entreabiertos. Parece esperar a que hagamos silencio, su inmovilidad es absoluta. “En el teatro de la memoria, los fantasmas son convocados a contar sus relatos. Silencio.”

    Mi estómago se estremece, me pregunto si habré hecho bien en venir. Poco a poco un espectro se hace visible entre nosotros. Me habían dicho que los espíritus que aparecían podían ser conocidos de los espectadores. Afortunadamente no es el caso.

    Igualmente resulta impactante: el rostro perplejo del aparecido que vuelve de la muerte, las cuencas de sus ojos que despiertan otra vez en medio del horror de haber sido dañado por otro ser humano, su voz desapegada y monótona, cansada de repetir incansablemente su desdicha.

    No hay sobresaltos, solo una suerte de incomprensión en nuestro afán por testimoniar nuevamente su aniquilación. “¿Para qué quieres atisbar este abismo oscuro de lo humano? ¿Por qué quieres abandonar la comodidad de tu ignorancia y sumergirte en este foso del que yo misma quisiera salir?” parece decir con todas las fibras del que fue su cuerpo.

    Estoy frente a un teatro de los recuerdos, donde los cuerpos han desaparecido. Los únicos cuerpos son los de la audiencia, y el persistente silencio que nos invade, duele, y avergüenza. Aunque algunos escépticos allá afuera lo nieguen, aunque digan que es una intrincada estafa realizada con los más sofisticados efectos especiales, sé que los asesinatos de la dictadura existieron. El horror sucedió y seguirá repitiéndose en un eco cada noche aunque no queramos verlo.

     


     

    A cold chill travels up my spine — I’m afraid (I have never felt scared in the theatre; I’ve felt hypothetical fear, never real fear). To enter the room, you have to go through a narrow tunnel that descends toward a cavern in the earth. The light is opaque. I advance with all my senses alert: I only hear the sound of my steps on wet dirt; a thick smell penetrates my nose; I can’t perceive the end of the tunnel for my eyes are still not accustomed to the lack of light. They told me I had to come wearing a coat; I can see my breath and I bury myself in the collar of my coat. Finally I see with clarity: the cavern is small and we are barely fifteen people. Everyone looks expectant and cautious, just like me.

    A woman is seated with arms across her chest and her eyes barely half open. She seems to wait until we are silent; her immobility is absolute. “In the theatre of memory, the phantoms are gathered to tell their stories. Silence.”

    My stomach rumbles. I ask myself if I did the right thing in coming. Bit by bit a specter becomes visible among us. They had told me that the spirits that would appear might be known by the spectators. Fortunately, this is not the case.

    Yet the scene is still shocking. The perplexed face of the apparition who has returned from the dead, the eye sockets awakened again in the midst of the horror of having been hurt by another human being; the detached and monotonous voice, tired of incessantly repeating its misfortune.

    Nobody is shocked. We only experience a kind of incomprehension in our eagerness to witness its death again.

    It seems to say with all the fibers of its body: “Why do you want to observe this dark abyss of humanity? Why do you want to abandon the comfort of your ignorance and submerge yourself in this grave that I myself would like to leave?” 

    I am facing a theatre of memories, where the bodies have disappeared. The only bodies are those of the audience amidst the persistent silence that invades us, hurts us, and embarrasses us. Although some skeptics out there  will deny it, although they will say it’s an intricate scam realized with the most sophisticated special effects, I know that the dictatorship’s assassinations existed. The horror happened and will continue to repeat itself in an echo each night although we don’t want to see it.

     

     


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    Para Coca

     

    Y de pronto un día los espectadores se convirtieron en actores, los actores en actrices las actrices en protagonistas los protagonistas en historias y las historias invadieron las plazas.

    De pronto un día la memoria se hizo cuerpos, los fantasmas granos, los recuerdos estallaron y el tiempo comenzó a andar.

    De pronto un día el teatro abandonó la sala, nuestros ojos se volvieron oídos, mirar se transformó en escuchar, y escuchar en tocar. De pronto nos tocamos y nos dejamos de tocar. De un día para otro dejamos de mirar y a otros les estallaron la mirada. De un día para otro todo se volvió escucha mientras los antiguos héroes enmudecían.

    De pronto un día nos encontramos

    desparramando infectando inoculando contagiando diseminando contaminando dispersando  esparciendo

    volviendo todo teatro

    convirtiendo en evidencia los efectos

    un día de repente algo de esto sucedió

     algo nos pasó

    todxs nuestrxs cuerpxs habitaron el gran teatro del mundo

     

    Aunque nos atemorizó

     

    Pero ahí estaban los amigxs

    de pie

    en la plaza

    entre tanta destrucción

    ahí

    lxs amigxs

    al fin es lo único en pie

    diciendo que ESTO es cierto

     

     


     

    For Coca

     

    And suddenly one day the spectators turned into actors, the actors into actresses, the actresses into protagonists, the protagonists into stories, and the stories invaded the town squares.

    Suddenly one day memory turned into bodies, ghosts into seeds, memories exploded, and time began to move.

    Suddenly one day theatre left the auditorium, our eyes became ears, looking transformed into listening, and listening into touching. Suddenly we touched and we stopped touching. Overnight, we stopped gazing and others had their gazes exploded. Overnight, everything became listening while the old heroes fell silent.

    Suddenly one day we found ourselves

    scattering infecting inoculating transmitting disseminating contaminating dispersing spreading

    everything becoming theatre

    turning effects into evidence

    one day all of a sudden something like this happened

    something happened to us

    all our bodies occupied the big theatre of the world

     

    Although it frightened us

     

    But there were our friends

    standing up

    in the town squares

    amidst so much destruction

    there

    friends

    at last the only ones standing

    saying that THIS is true

     


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  •  

                Nos preguntan cómo el teatro haría a Chile. Y yo, que tiendo a pensar teatralmente, me pregunto:

                ¿Cómo sería Chile si fuera un teatro?

                Si de mí dependiera, sería un teatro de carne, donde viéramos a nuestros habitantes representados sobre el escenario. Sería un teatro de imagen, donde fuera posible vernos en nuestra obscena diversidad. Un teatro de verbo, donde la poesía y el pensamiento se juntaran cochinamente con la chuchada. Un teatro que nos mirara a la cara. O de reojo, como nos vemos en el metro o en la calle. Un teatro que nos ofreciera un espejo. Un teatro mirón que fuera —a veces— como mirar por el ojo de la cerradura. Un teatro exhibicionista, que fuera como empelotarnos frente a una ventana abierta (pero jugando a que nadie nos ve). Un teatro espectacular, lleno del ruido de nuestras ciudades, de nuestras estridentes y tiernas canciones, de nuestro acogedor y destructivo fuego. Un teatro íntimo, silencioso, pero nunca muerto, nunca quieto. (Qué lata más grande ser el teatro muerto de un país muerto.) Un teatro —siempre, siempre, siempre— narrativo. Un teatro que amara las historias de la patria. Pero que le importe una raja la noción —siempre ficticia, siempre ridícula, siempre humillada y humillante— de La Patria. Un teatro que no fuera literatura, pero que incluya a la literatura. Un teatro que cobijara, desde el inicio hasta el apagón final, a nuestro irremediable, contínuo, sucio, erróneo y luminoso presente.

                Si estuviera en mis manos, Chile sería un teatro de tradición, pero que fuera lo suficientemente atrevido para romper —y dialogar, cariñosamente— con esa tradición. Sería un teatro de caminos nuevos, pero nunca cancelados. Sería un teatro que mirara fuera de las fronteras. Que las rompiera o las diluyera. Que hiciera teatro como se podría hacer en Nueva York u Oruro o Tanzania, pero que nunca lograra salir —realmente, como una maldición— del horroroso Chile.

                Si pudiera construir a Chile como un teatro, sería un teatro para el público. Un teatro con el público. Un teatro de comunidad, pero nunca complaciente con la comunidad. Un teatro valiente, aunque la única valentía fuera no ser cobarde.

                Si Chile fuera un teatro, me gustaría que fuera un teatro con todos los medios posibles. Pero en el que la pobreza y la precariedad fuera parte de la riqueza. Aunque se tuviera todo. (El exhibicionismo de los recursos como un pecado capital. En cualquiera de los mundos.)

                Si Chile fuera teatro, lucharía porque fuera un teatro hecho con las ventanas abiertas, con la tele prendida, con las antenas paradas. Con el ruido de la calle entrando en su creación, en su proyección, pero siempre en silencio una vez iniciada la función.  (Si Chile fuera un teatro, ¡los celulares estarían prohibidos una vez iniciada la función!)

                Si Chile fuera un teatro, amaría que fuera un teatro accesible, pero a la vez sustentable para el que lo ejerce. Sería como debe ser: un teatro urgente. Que nos hablara del pasado o del futuro, pero para hablar del ahora. Un teatro que nos quitara el aliento. Un teatro que nos devolviera el aliento. Un teatro que nos alentara.

                Un teatro que fuera intocable, pero que a la vez fuera capaz de tocarnos profundamente. Un teatro que nos pudiéramos llevar para la casa. Pero que siempre fuera un recuerdo —el mejor recuerdo— enriquecido por la memoria.

                Si Chile fuera un teatro, me gustaría que fuera como un país. Pero mucho más grande y necesario que cualquier país.

     


     

                They ask us how the theatre will form Chile. And I, who tend to think theatrically, ask myself: What would Chile be like if it were a theatre?

                If it were up to me, it would be a theatre of the flesh, where we would see our population played upon the stage. It would be a theatre of image, where it would be possible to see ourselves in our obscene diversity. A theatre of the word, where poetry and thought join together like pigs wallowing in shit. A theatre that stares us in the face. Or looks at us out of the corner of the eye, the way we see ourselves in the metro or on the street. A theatre that offers us a mirror. A nosy theatre that would—at times—be like peeking through a keyhole. An exhibitionist theatre, that would be like stripping in front of an open window (while playing at no one being able to see us). A spectacular theatre, full of the noise of our cities, our strident and tender songs, our embracing and destructive fire. An intimate theatre, silent, but never dead, never still. (What a gigantic pain to be the dead theatre of a dead country!)  A theatre—always, always, always—narrative. A theatre that loves the country’s stories. But that doesn’t give a damn for the notion—always fictitious, always ridiculous, always humiliating and humiliated—of The Nation. A theatre that wouldn’t be literature, but that includes literature. A theatre that shelters, from its inception to the final blackout, our irredeemable, continuous, dirty, erroneous, and luminous present.

                If it were in my hands, Chile would be a theatre of tradition, but it would be sufficiently daring to break—and dialogue, lovingly—with that tradition. It would be a theatre taking new roads, but never cancelled. It would be a theatre that looks beyond borders. That breaks them or dissolves them. That would make theatre like it could be made in New York or Oruro or Tanzania, but would never succeed in leaving—really, like a curse—the horror that is Chile.

                If I could build a Chile like a theatre, it would be a theatre for the public. A theatre with the public. A theatre of community, but never complacent with the community. A valiant theatre, although the only bravery would be not being cowardly.

                If Chile were a theatre, I would like it to be a theatre with all possible means. But in which poverty and precarity were part of its wealth. Even if it had everything. (The exhibitionism of resources as a capital sin. In whichever world.)

                If Chile were a theatre, I would fight for it to be a theatre made with open windows, with the TV on, with the antennae up. With the noise of the street entering its creation, its projection, but always in silence once the show had begun. (If Chile were a theatre, cell phones would be prohibited once the show had begun!)

                If Chile were a theatre, I would love for it  to be an accessible theatre, but sustainable for those who practice it. It would be as it should be: an urgent theatre. Let it talk to us of the past or the future, but in order to talk about now. A theatre that would take our breath away. A theatre that would give us back our breath. A theatre of inspiration.

                A theatre that would be untouchable, but capable of touching us deeply at the same time. A theatre we could take home. But would always be a memento—the best memento—enriched by memory.

                If Chile were a theatre, I would like it to be like a country. But much larger and necessary than any country.

                                                                                                               

     

                                       


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    Dice Leonart.

    Un teatro como un país. Un teatro de carne. De obscena diversidad. Un teatro que nos mirara. Cochinamente. Un teatro cara de raja. Un teatro con la urgencia del presente. Un teatro necesario.

    Leonart desea un teatro que es un cuerpo, apasionado, excesivo, luminoso, desfachatado –insolente, incluso–, nostálgico, infinito, poderoso, consciente de sus flaquezas y debilidades. Quiere un individuo que nos mira, que nos devuelve la mirada, una mirada que nos devela. Cómo nos miran quienes nos conocen en lo profundo, cual madre, matria; ¿unx mismx?

    Es un teatro de Orson Welles; ese de La Dama de Shanghai; de la sala de los espejos donde se devela quién es el asesino. Un teatro que tiene la escala de la persona y de la multitud y, mientras nos refleja, también nos envuelve. ¿Qué significa este teatro compadre de palmadita en la espalda, cómplice? Sabemos del teatro espacio, del teatro lugar, del teatro concepto, del teatro medio, pero este teatro individuo es inédito. Uno que no sólo emociona, sino que se emociona. Un teatro que podría salir a la calle y poner su cuerpo preñado de presente y a punto de parir un futuro nuevo y urgente.

     


     

    Leonart says.

    A theatre like a country. A theatre of flesh. Of obscene diversity. A theatre that would look at us.  Crudely. A dickhead’s theatre. A theatre with all the urgency of the present. A necessary theatre.

    Leonart desires a theatre that is a body, impassioned, excessive, luminous, shameless—even insolent—nostalgic, infinite, powerful, conscious of its frailties and weaknesses. He wants one that looks at us, that returns our gaze, a gaze that reveals us. How do those who know us deeply look at us? Like a mother, motherland–like oneself?

    It is a theatre from Orson Welles; from The Lady from Shanghai; the room of mirrors that reveals who the assassin is. A theatre at the scale of one person and of a multitude, and, while it reflects us, it also envelops us. What does this complicit, complacent theatre mean? We know about the theatre as space, the theatre as place, the theatre as concept, the theatre as medium, but this personified theatre is novel. A theatre that not only thrills others but becomes thrilled itself. A theatre that could go into the street and submit its body, pregnant with the present  and ready to birth a new and urgent future.

     

     


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