Paso del Norte

Paso del Norte : Gloss

EL VIENTO SURGE DEL FUEGO, el fuego se aviva al aire y el fuego se representa en forma de X, X como la X transfronteriza de Sebastián, que es el emblema de Ciudad Juárez y se ubica en la zona norte, a un costado del muro que divide los Estados Unidos de Norteamérica de los Estados Unidos Mexicanos. Una X Xichanista. La X que es la marca de un tesoro en un mapa, el cruce de caminos de un tren o una cicatriz. Otro de los límites entre estos países se ubica al oeste del Río Bravo, Anapra, una de las zonas más marginadas de Juárez donde el sabor del metal es un otoño de yonkes, yonkes tumba donde se abandonan los cuerpos de las desaparecidas, como los deshechos de un alfabeto violento. En el momento en que escribo esto, durante el perihelio anual, Juárez encabeza los casos de feminicidio en México, otra vez, y el crimen del 27 de marzo de 2023 donde fallecieron cuarenta migrantes en un centro de detención ilegal del Instituto Nacional de Migración, también en Juárez, sigue impune. Del lado mexicano del puerto de Anapra, el muro versa, gracias a un grafiti: «Ni delincuentes ni ilegales, somos trabajadores», junto al dibujo de un Ku Klux Klan. La X también es lo desconocido, lo inclasificable, lo anónimo.

El acero del muro resuena hueco cuando es percutido por la piedra y frotado con varillas. Su eco, tom-tom, se confunde con el sonido elemental del tren y este, a su vez, con el del poniente. El tren también es un personaje anónimo, un tzompantli. Del otro lado, está Sunland Park, ahí frente donde se erigió, en mayo de 1911, el Palacio Nacional durante la Revolución Mexicana, una diminuta casa de adobe. Aquí se encuentran Chihuahua, Nuevo México y Texas. Aquí el linde es polvo, ruina y crepúsculo de lo que quiso ser país. Un silencio in-tren-minable que nos desplaza. Aquí, 31°47’02.0” N 106°34’27.9” W, con una grabadora ZOOM H4n y micrófonos de contacto, colegas y yo, dirigidos por Facundo Torrieri, captamos las vibraciones de la superficie metálica del muro para el laboratorio de formación sonora y creación fonográfica, Sonografías Chihuahua, que dio pie a una pieza que se exhibió en concierto en el Teatro de Cámara Fernando Saavedra, en Chihuahua, meses después. En la edad de piedra, los megalitos se tocaban para alterar conciencias, durante rituales de paso. Hoy este muro es un vórtice silbante, un passageway que nos acerca a las experiencias de la muerte en el desierto, el extravío. Su litofonía es campanada. ¡Tan-tan! ¿Quién es? Estertor sin fin. Irrefrenable.


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