Costura / Weaving : Gloss

Costura / Weaving

El teatro es memoria y resistencia… un lugar donde expresamos nuestra mirada frente al mundo y le damos sentido a nuestra existencia. (Perdón la tardanza y lo breve, han sido meses extraños y de mucha carga laboral)

-mail de Paula González como respuesta al teatro de Catalina Devia

 

Si Catalina Devia pone el mapa de tela deshilachandose al centro de su teatro, Paula González responde con su propia glosa deshilachada.“El teatro hace Chile”, incita Devia, y el mail en que Paula González responde es de agobio por la pandemia, por la carga de trabajo, por la vida que acontece sin pausa mientras la incertidumbre nos rodea.

El teatro está cansado y nosotras, las personas que de él y en él vivimos, estamos cansadas. Si no podemos vivir sin un teatro vital, y a pesar de esto seguimos vivos, me pregunto ¿por qué existe el teatro entonces?

Sobre su vocación elegida, la dramaturga chilena Isidora Aguirre dice: “Una representación teatral es un acto de amor”, como respuesta a una de las preguntas de Andrea Jeftanovic en Conversaciones con Isidora Aguirre a propósito de su vocación.[1] La entrada a su diario íntimo, fechada el 15 de octubre de 1954, agrega: “Pienso que el teatro resume todas las artes, todas convergen hacia él, y es la vida misma la que se reproduce en el escenario”. El teatro no ha estado más que como un fantasma durante la pandemia, pero antes, en pleno estallido, salió de la sala y se hizo puro cuerpo y pura calle. En esa contradicción habitamos el teatro aún como un acto de amor. Como dice Devia, se hace en el teatro, se deshacía, se rehacía, abría los ojos, se convertía en un estar con, en un cuerpo común informe, orgánico, lleno de pulsiones que no podían ser más que presentadas.

Leo a Devia y González como dos mujeres que trabajan en el teatro, que viven del teatro, que enseñan teatro, que habitan desde el teatro y a su vez producen un repertorio para que como nación imaginada existamos fuera de él. Volviendo a Aguirre, pienso en la insistencia de hacer teatro incluso cuando este no es reconocido, y vinculo el trabajo de Devia y González con el de Aguirre cuando el año 1957, la revista Ercilla sacaba una nota titulada: “10 compañías bisoñas ante el público. Autor favorito es una mujer”, pues esa sorpresa por el quehacer femenino en ese Festival Nacional de Teatro Aficionado, en que Aguirre estrenaba tres obras presentadas por las compañías que venían de todo Chile, sigue resonando en nosotras tantos años después.

Recientemente, Maritza Farías, Lorena Saavedra y Patricia Artés han publicado Evidencias. Las otras dramaturgias, por editorial Oxímoron (2021), en el que hacen un trabajo de investigación y rescate de 12 obras escritas por mujeres en Chile, entre ellas una de la propia Aguirre, y en la que agregan una lista de 119 obras estrenadas y escritas por mujeres. Por si alguien dijo que eran pocas.

Devia y González imaginan un país, uno con las mujeres en el teatro, y con el teatro se hacen cuerpos, cuerpos de mujeres que hacen teatro y que levantan imaginarios, posibilidades de ser y hacer, desde el diseño o la dirección, que luego espectadoras, críticas, teóricas, ensayistas, otras mujeres tomamos como punto de inicio para nuevos archivos que emancipan un territorio fijo, aislado y masculino. En este año de cuarentenas, de crisis, de incertidumbre ante una pandemia global, ansío ese teatro, el que se está moviendo y que nos está haciendo, como un acto de amor, como diría Aguirre.

[1] Conversaciones con Isidora Aguirre (Santiago: Ediciones Frontera Sur, 2008), 72.

 


 

Theatre is memory and resistance…a place where we express our views in front of the world and give meaning to our existence. (Apologies for the lateness and brevity. These have been strange months with a great deal of work.)

-email from Paula González in response to Catalina Devia’s theatre

 

If Catalina Devia puts an unraveling cloth map at the center of her theatre, Paula González responds with her own unraveling gloss. “Theatre makes Chile,” Devia offers as a provocation, and the email message in which González responds is strained by the pandemic, by the burden of work, by a life that continues without pause amidst uncertainty.

The theatre is tired, and we, the people that live from and in it, are tired. If we cannot live without a vital theatre, and yet in spite of this, we are still alive, I wonder: Why does theatre exist at all?

When asked of her chosen vocation by Andrea Jeftanovic in Conversations with Isadora Aguirre, the Chilean playwright Isidora Aguirre answered, “A theatrical representation is an act of love.”[1] In her diary entry from October 15, 1954, she adds, “I think that theatre sums up all the arts; all converge in it. It is life itself that is reproduced onstage.” The theatre has been no more than a ghost during the pandemic, but before, at the height of the protests, it left the auditorium and became an entity composed simply of bodies in the street. Yet even in this, theatre remains for us an act of love. As Devia says, in the theatre, one makes, unmakes, remakes, discovers, and becomes part of a shared organic and undefinable form, driven by forces that can only exist in presence.

I read Devia and González as two women who work in theatre, who earn a living in theatre, who teach theatre, who lead lives based on theatre, but who also produce work that lets us exist outside this theatre, as an imagined nation. Returning to Aguirre, I think of the insistence upon making theatre even when not recognized. I link the work of Devia and González to that of Aguirre, when recalling that, in 1957, the magazine Ersilla published a piece titled: “10 New Companies Before the Public. Most Popular Writer is a Woman.” The surprise of seeing woman’s work featured in the National Festival of Amateur Theater, in which Aguirre premiered three plays performed by companies from all over Chile, continues to affect us women so many years later.

Recently, Maritza Farías, Lorena Saavedra, and Patricia Artés published Evidences: The Other Dramaturgies, with the press Oxímoron, in which they save from obscurity and also analyze 12 plays written by women in Chile, including one by Aguirre herself. They also put together a list of 119 productions of plays written by women – just in case anyone says that there had not been many of them.

Devia and González imagine a country, one with women working in theatre. Through theatre they create bodies–the bodies of women. These form a theatre that introduces imaginaries and possible ways of making and doing through design or direction; female spectators, critics, theorists, essayists, and other women use this to start new archives that emancipate a fixed, isolated, and masculine territory. In this year of quarantines, crisis, and uncertainty in the face of a global pandemic, I long for that theatre, one which moves us and makes us– like an act of love, as Aguirre would say.

[1] Conversaciones con Isidora Aguirre (Santiago: Ediciones Frontera Sur, 2008), 72.

 


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