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imagen-claraboya / imagen-vidente : Gloss

by bruce ludd  y nadie nada / saúl hernández-vargas

sí, pero, ¿qué es esta imagen? ¿qué captura esta imagen, en blanco y negro, tomada por un fotógrafo anónimo que vivió y trabajó en los últimos años del siglo XIX? ¿qué nos dice aquel paisaje habitado por plantas flacas y testarudas, similares a las crecen entre tijuana y san ysidro? ¿qué nos dicen, si nos dice algo, esa yerba, ese mezquite, ese cadillo?

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sí, pero esta imagen, además, captura el momento justo en que ocurre algo. Ago, en efecto: justo en el centro, una carretilla de madera carga un obelisco de concreto, manipulado por tres hombres que visten de camisas claras y sombreros de copa. robusto como ellos, el monumento está sostenido por unas poleas ancladas a la tierra seca y por las cuerdas de tres hombres que visten de forma parecida: pantalón, camisa, sombrero alto. y mientras tanto, a su alrededor, otros cinco, dispersos en el espacio, pero atentos como testigos, completan la escena. ninguno de ellos intenta relacionarse con quien los mira ni mucho menos con quien registra ese momento preciso. y quizás por ello es evidente que allí, en ese momento preciso, visto desde ahora, ocurre algo: no nos referimos a la suspensión fotográfica, ni a la teatralidad del gesto y de la pose. no nos referimos tampoco a la importancia que tuvo en el siglo XIX ni a inicios del siglo XX la fotografía como acontecimiento, casi siempre como privilegio y prerrogativa de las clases altas y de las instituciones del estado encargadas de vigilar, clasificando y reduciendo, maniatando primero con la mirada. lo que ocurre en esa fotografía es el por-venir: una fisura y una grieta

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sí, comúnmente es así, comúnmente esa imagen es vista así: como una imagen del pasado, que certifica la producción material de la línea fronteriza. entendida como testigo, esa imagen hace visible el momento justo en que cinco hombres colocaban el obelisco para decir: aquí termina un territorio y empieza otro. y sí eso es cierto, ellos fueron los encargados de hacer visible una línea fronteriza que, hasta ese momento, sólo existía en el papel, sólo había sido imaginada por políticos, militares, agrimensores e ingenieros en documentos como el tratado de guadalupe, que concluyó la guerra entre méxico y los estados unidos (1846 y 1848). esta fotografía, dice la mirada dominante, testifica el momento en que un grupo de agentes del estado colocan un obelisco para decir: aquí termina un territorio y empieza otro

pero para nosotros, en esta fotografía no es claro si quienes están allí, rodeados por ese paisaje seco, por yerba, por ese mezquite y ese cadillo, están colocando o retirando el obelisco que, unido a muchos otros, alguna vez fue fin y principio del estado-nación, de sus leyes, de sus sueños y de sus relatos fundacionales. para nosotros esta fotografía es una imagen del por-venir, una imagen liminal en donde no es claro si los hombres que están allí, trabajando unos con otros, anónimos por culpa de los años y por la falta de contexto, están colocando el monumento o, si por el contrario, lo están retirando, extendiendo el horizonte, liberándolo.

Photo: Jasmine Cogan

¿y qué se libera con el horizonte? desde nuestro punto de vista, la narrativa que emergió durante la posguerra acerca de los estados nacionales como entidades que para existir necesitaban bordes y murallas. ni murallas. 

y si el historiador del arte georges didi-huberman está en lo cierto, y la imaginación es “nuestra comuna”, “nuestra primera facultad de sublevación”, esta imagen del siglo XIX es, como decimos, una fisura o una grieta en la que aparece y se ilumina otra frontera posible: estados nacionales no amurallados ni fortificados y, mejor aún, otras formaciones sociales y políticas que no estén fundadas en la predilección del siglo XIX por ese tipo de formaciones expansivas y voraces, monstruosas, como leviatanes. 


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